jueves, 26 de octubre de 2023

La aventura del Poseidón

 

 

Joder, se han hecho
una película con unos 
pocos personajes y
 unos cuantos 
decorados muy 
buena —comentó 
nuestro protagonista.¿Otra de esas de 
catástrofes de los
setenta que tanto 
te gustan? —preguntó Juan.Es que es buenísima por 
intensidad, por personajes,
 por historia...

La Aventura del Poseidon nos narra la lucha de un grupo de pasajeros de un transatlántico de lujo
que emprenden una espectacular expedición por los diferentes niveles del barco después de que este
sufra los efectos de una tremenda ola que lo hace zozobrar. Los diez pasajeros protagonistas se
agrupan bajo el liderazgo de un pastor protestante que parece tener mucha más clara la ruta de
çsalida que todos los demás ocupantes del barco.

Personalmente me gusta mucho el grupo protagonista: un líder con una visión cuasi mesiánica, 
dos matrimonios de naturaleza muy distinta, un crío, que nunca puede faltar en ninguna peli de 
catástrofes que se precie...—comentaba nuestro protagonista.Seguro que no falta la escena donde alguien que sabe les advierte de la que se viene encima y
 lo ignoran —se burló Juan.Pues sí, pero no todo es tan típico. A mí me sorprende que los protagonistas son mucho más 
humanos y frágiles que lo que suele verse.Sí, y el final feliz de toda la vida.No tanto, para ver lo que pasa tendrás que verla.Si yo me sé todas estas Fran.Bueno, tú sabrás. También me parece original la idea de que tienen que ir hacia arriba, que 
claro, es hacia los niveles inferiores del barco.Bueno, mira, te la dejo a ti.Pues sí, yo la difruto plenamente. Y encima el reparto  es muy bueno. Con Gene Hackman a
 la cabeza y varias estrellitas de la serie B. 

Ficha de la película, aquí

Tiempos de oliva y girasol

 


Fran observaba horrorizado el precio del aceite de oliva en el supermercado: más de ocho
euros la botella. La especulación provocada por una mala cosecha y la desinformación que
se había extendido entre la gente en el país de nuestro protagonista estaba provocando
un alza de este producto casi inasumible por la mayoría de las economías domésticas. Fran
optó por la solución más lógica, llevar aceite de girasol.

Aquí tengo yo para las ensaladas y demás,
para eso seguimos usando de oliva —comentóCarolina Gordal.
Sí, eso está muy bien, pero para freir no podemos gastar tanto. Usamos el de girasol.
De todos modos no freímos mucho en esta casa.

Nuestro protagonista buscó dónde acomodar el aceite de girasol, al lado de la botella grande de
aceite de oliva que todavía se usaba en los platos donde no se necesitaba demasiada cantidad de
este producto.

Además hemos llegado a un punto en que ya uno tiene miedo a equivocarse y usar el que no es.
No hay derecho a que esos señoritos tengan a todo el mundo en esta tesitura —comentó nuestro
protagonista.
Bueno, de momento podemos preparar las ensaladas como esta —dijo Carolina.
¡Pero si le estás echando el de girasol! —gritó nuestro protagonista.

Carolina observó alarmada su obra y pensó en lo que diría el resto de la familia con aquella
ensalada. Sin embargo no iban a tirarla entera cuando estaban haciendo sacrificios para cuadrar
las cuentas del aceite.

Quérrrrrrrrrrrrrrrrrrrricalaensaladasenotaquelahabéispreparadobienponmeotro pocoqueeltomate
eramuybuenoyesteaceiteparecequetienealgoledaotrosabormegustamuchoaversiloaprovechamosque
estámuycaro...—comentó Doña Marta Palacios.
Yo creo que se han equivocado y han cogido aceite de girasol —intervino Juan Gordal.
Andadéjatedetonteríasqueaquítodosdistinguimosmuybienelaceitedeolivadelapporqueríaesala
ensaladaestábuenísimaysehanesforzadoytienemuchosaborseráporquelasverdurasestánmuybuenasy
nosehanpasadoconelvinagre.
Decidme la verdad. Habéis metido la pata. ¿Me equivoco, hermanos? —preguntó Juan.
Doña Marta y el mediano de los hermanos se enzarzaron en una dicusión que observaron con una
mezcla de consternación y risa Fran y Carolina.
Bueno, peor sería equivocarse al revés que encima nos costaría dinero —sentenció nuestro
protagonista.


miércoles, 18 de octubre de 2023

La salida

 


Acabada su jornada nuestro protagonista se disponía a salir de aquel moderno edificio donde había
pasado ocho horas. Pasó por aquellos torniquetes de salida y observó que las células fotoeléctricas
y los sistemas de salida no le permitían el paso. Poco después uno de los ejecutivos a los que había
servido le pidió paso:

¿Me deja salir, por favor?Sí, claro ⸺contestó nuestro protagonista
 algo azorado.

Aquel trabajador de las oficinas sacó la tarjeta

de identificación que Fran recordó que daban a

todos al entrar, la pasó por una pantallita y salió. ¡De modo que eso era lo que había fallado! Fran

se miró los bolsillos y no la tenía. Se quitó la mochila donde ya llevaba su ropa de trabajo y sus

enseres personales. Lo sacó todo y observó que tampoco la tenía allí. Nuevamente empezaba a

ponerse nervioso y más viendo la cola de gente que quería salir detrás de él.

¿No puede usted buscar en otro sito? ⸺preguntó otro de los oficinistas.Sí, perdón, tiene usted razón ⸺concedió Fran dándose cuenta además, que lo más probable 
es que aquella tarjeta se hubiera quedado en los vestuarios.

Fran se dirigió a por la cédula, pero precisamente por no tenerla no pudo pasar a través de varias
puertas. Tragándose la vergüenza apretó el botón del intercomunicador y pidió ayuda. Un conserje
con un manojo de llaves de metal bajó y le abrió las puertas de aquel pasillo amablemente.

Pase y no se preocupe, lo suyo le puede pasar a cualquiera ⸺dijo el conserje a Fran.Ya, pero todo este desaguisado me está fatigando más que las ocho horas anteriores.

Fran cogió la tarjeta y se volvió a dirigir a los tornos de salida. La pasó y no se abría. La
recepcionista de la oficina, que le vio, le indicó que es que los trabajadores de las dependencias
donde había estado Fran debían salir por otro torniquete. Fran pasó la tarjeta y en lo que solo
fueron unas décimas de segundo hasta que aquel paso se abrió pensó: bueno, a ver si salimos ya
de este campo de minas.



La quiniela sigue igual

 

 

Pues ocho aciertos.
 Así no salimos de
 pobres ⸺comentó
 nuestro protagonista
 comprobando
 sus aciertos en
 aquella quiniela.Es que no sé cómo se te puede ocurrir hacer una quiniela con solo la segunda y partidos 
internacionales ⸺respondió  Carolina.Bueno, tampoco cuando están los equipos que veo habitualmente hago el pleno al quince 
⸺comentó nuestro protagonista.

Esta discusión era habitual cada vez que había un parón del fútbol de primera por las selecciones.
En general Fran asumía que quizás ese gasto era evitable y que lo más aconsejable es alejarse de
cualquier juego de azar, pero creía que con las quinielas no era posible engancharse, eran una
apuesta semanal perfectamente asumible y que si algún día tocaba acabaría con los problemas de
dinero de la familia.

Eso es discutible ⸺dijo Juan⸺. Ya no recauda tanto y siempre hay peñas de esas que 
las hacen con estudios y estadísticas y pillan buena parte de la pasta. Pero bueno, una pequeña
 apuesta semanal en el estado, además no hace daño.Pero es que la hace con equipos que ni conoce ⸺continuó Carolina.Dejadalniñoquealfinatodoshemoshechosiempreloteríasysiélpuedemantenerlopuesporquénovaa
hacerlootracosaseríaenlascasasdeapuestasesasyoademásleayudoconmuchogustoesunailusiónque
tieneelniño...⸺intervino Doña Marta Palacios.¡Esa es mi progenitora!⸺exclamó Fran⸺. Venga mamá: ¿Betis-Real Sociedad?ElbetismanquepierdaquemecaebienlaRealpornuestroamigodonKarlosconKperoelBetissiempreha
sidounequipomuysaladoymegustaponerlequeganaráaversiasícompartimoselbotíndeunavezypregunta
tambiénatushermanos...Bueno, venga. Yo también digo el Betis ⸺concedió Carolina⸺. Verás cómo esta nos 
sale mejor.Eso seguro. Peor que nos ha ido hasta ahora será difícil ⸺sentenció Fran.



jueves, 12 de octubre de 2023

Samosas buenas y malas

 


Nuestro protagonista paseaba por Lavapiés observando la colonia africana, hindú y de todo el mundo
musulmán que se había establecido en ese barrio de su ciudad. Algún xenófobo estúpido clamaba a
veces contra la «conquista» de ese vecindario, pero nuestro protagonista disfrutaba paseando por ese
barrio y observando las oportunidades, novedades y curiosidades que la multiculturalidad ofrecía.
Había descubierto librerías especializadas en literatura africana, tiendas de objetos y complementos de
cuero marroquíes —donde, por ejemplo, había adquirido la billetera donde guardaba su dinero— y
establecimientos de alimentación de todos ellos. En una calle llena de tiendas de comida a granel que
nuestro personaje llamaba en general india, aunque algunas veces los que atendían le habían hecho
saber que venían de Pakistán, Bangladesh u otros países de la misma zona, solía Fran coger de vez en
cuando algún aperitivo exótico: bollos de diversos tipos, pakora, samosas... Esta especie de
empanadilla de Asia Oriental era especialmente apreciada por Fran entre las especialidades que
aquellos establecimientos servían. Como tenía tiempo y dinero pensó en darse un capricho. Iba a
entrar en el primer local que vio cuando recordó que ya lo conocía y allí le echaban demasiadas
especias a las samosas. Sí, había ya probado la producción de varios de los comercios y recordó que
en ese plato se notaba mucho la diferencia entre uno bien preparado y uno que no lo estuviera.
Conocía ya lo suficiente esa calle para saber dónde ponían demasiada pasta, dónde las epeciaban
mal, dónde las verduras se quedaban crudas... Vaya, quizás no era tan entusiasta de las samosas, así,
en general, pero recordó por fin los tres establecimientos que, en su opinión las preparaban mejor.
Se disponía a entrar en uno cuando vio un nuevo comercio que no estaba en esa calle hasta aquel
momento. Voy a probar aquí, se dijo. Entró y pidió:

No samosa, amigo. Se han quemado—le dijo el hombre que atendía.

Pues al final, se dijo Fran, las samosas buenas no son tan abundantes como parecería. Y se dirigió
 donde Rahul, un comerciante que ya conocía y que siempre abía atendido bien le tenía las
 mejores que él había visto en aquella calle.  


El mirador sin vistas

 

 

Pues no conocía yo este
 parque. Es agradable 
porque se ve que la
 gente no lo ha 
encontrado—dijo 
Juan Gordal al entrar en ese enclave.Sobre todo teniendo en cuenta que cada vez hay menos zonas verdes en la ciudad. Mira además 
que bien se ven las torres de La Castellana y otros edificios de la ciudad —contestó nuestro protagonista.

De vez en cuando ambos hermanos recorrían la periferia de la ciudad donde encontraban lugares
interesantes. Los parques eran muy aprecidados, ya que la sobreabundancia de público en algunos
de ellos, unidos a una gestión pública que dejaba mucho que desear había desprovisto el Retiro u
otras zonas similares de ningún atractivo para los hermanos. Muchos de ellos, como aquel, ofrecían
además curiosas panorámicas del skyline, como ahora dicen, madrileño. Sobre este particular, Juan
descubrió un detalle más en el parque:

Mira esas escaleras. Parece que llevan a ese mirador. Vamos a verlo.

Ambos hermanos subieron a aquel balcón y se asomaron al mismo. Pero resultó que lo que se
divisaba desde aquel lugar no era lo esperado:

Se ve sólo el fondo fondo del paísaje —comentó Fran—. Los árboles impiden ver nada más.Es verdad, se veía mejor desde abajo que desde aquí. Probablemente cuando se construyó los
 árboles eran más pequeños. Parece esas fdotos de las vistas desde arriba de la selva. Habría que decir en el Ayuntamiento que...—Aquí nuestro héroe dudo. Con un análisis simple se
 dio cuenta de que su idea no era la más inteligente—. Bueno, mira, no, que destrozan todo lo que
 pillan y ya han jodido suficientes árboles. Nos guardamos este parque y que no cambie.Eso —confirmó Juan—. Y su magnífico «mirador de no ver».



domingo, 8 de octubre de 2023

Crawfod - Spence: alguien tenía que ser el mejor

 

Buscábamos ver quién era el mejor y parece claro ¿no? —preguntó Juan al acabar aquella pelea 
de unificación del peso welter.Sin duda. Crawford se lo ha comido de principio a fin. No esperaba yo esto.

Tal repaso era difícil de prever. En Las Vegas se enfrentaban las dos estrellas indiscutibles de esta
categoría y rankeados continuamente entre los cinco primeros de la clasificación libra por libra.
Tanto Terence Crawford como Errol Spence habían destacado por su técnica y un cierto nivel de
pegada y se presentaban invictos aquella noche en aquel combate del que iba a salir el campeón
unificado e invicto. Spence empezó bien, intententando dominar el centro del ring, pero la
sensación era que cada vez que Crawford le alcanzaba le hacía mucho daño. A partir del tercer
round su suèrioridad ya era evidente.

Nadie se creería viendo solo este combate que Spence llevaba 28 victorias con 22 K.O.s 
—comentó Juan.Y es que Crawford destaca por técnica, pero es que cada vez que le llega le hace daño.Dos veces lo tiró en el séptimo asalto, cuando el combate ya era claramente suyo.

Al final, en el noveno, el árbitro decretó el K.O. Técnico y Crawford se convirtió en el rey de
la categoría.

Spence dijo que creía inceramente que podría haberlo hecho mejor, qu quería la revancha 
—comentó nuestro protagonista.Bueno, ya sabes, sobre todo quiere la pasta. Pero Crwford ya es un tío para tomarlo en
 consideración de verdad ¿eh?Sí, molaría que pudiera boxear contra Inoue para discutir quién es de verdad el mejor.De momento donde podía disputarlo está claro que él es el mejor —sentenció Juan.Ciertamente.

Y bueno, una vez más, aquí tienen el combate para formar su opinión. No se lo pierdan, porque
este sí que ha sido un combate de categoría rara de ver en estos tiempos.



Record hasta la fecha de Terence Crawford, aquí.
Record hasta la fecha de Errol Spence, aquí.

Lo que desencadena una distracción

 


La cajera comenzó a pasar aquella compra por el scanner. Fran pensaba en la disposición en la
que la podría en el carro, con las boellas en el fondo, los congelados y otros alimentos envasados
encima de estos, lus huevos y verduras en lo alto... Con todo ello se dirigió a la zona de
aquel supermercado donde se dejaban atados los carros. Comenzó a buscar el suyo, y no
apareció. Miró dos o tres veces la cadena, aunque recordó que él no solía dejarlos atados
con los dispositivos que el establecimiento ponía a disposición de los clientes a tal
efecto. Entonces pensó si no se habría equivocado y habría permitido que le robaran
el carro. El caso es que las botellas que ya traía en las manos comenzaban a pesarle y
entonces oyó la llamada de Juan:

Pero Fran, ¿qué coño haces? Si no hemos traído carro.

Nuestro protagonista sintió ganas de responder por un momento hasta que se dio la vuelta y
vio que, efectivamente, su hermano traía bajo su brazo la bolsa donde pensaban llevar las vituallas
al domicilio. Se sintió muy ridículo mientras pensaba en cómo eso se le habría ido de la cabeza.
Comenzó a guardar lo que llevaba en las manos aún con el estrepitoso fallo rondándole la mente.

Perdona, se me había ido, estoy un poco distraído últimamente y...¡Y tanto! ¿Qué haces metiendo los huevos en el fondo? Anda trae.

Los dos hermanos empezaron a sacar todo de la bolsa y a disponerlo con el plan que traían hasta
que el cliente de detrás les recriminó de forma correcta pero seca el tiempo que estaban tardando.

Oigan, jóvenes. ¿Podemos pasar los demás mientras resuelven su problema?Sí, perdonen —respondieron ambos hermanos a coro. 

Cuando acabaron emprendieron la marcha y todavía Juan estaba avergonzando a Fran por el fallo
que había cometido.

No puedes estar tan empanado, mira la que has montado...

 La cajera cortó la perorata de Juan:Oye, que son 45 euros. ¿Donde vais?Lo siento mucho. Aquí tienes —dijo muy apurado Juan.Joder, en cuanto se le va a uno algo de la cabeza hay que ver las que se montan —concluyó 
nuestra protagonista.