domingo, 8 de octubre de 2023

Lo que desencadena una distracción

 


La cajera comenzó a pasar aquella compra por el scanner. Fran pensaba en la disposición en la
que la podría en el carro, con las boellas en el fondo, los congelados y otros alimentos envasados
encima de estos, lus huevos y verduras en lo alto... Con todo ello se dirigió a la zona de
aquel supermercado donde se dejaban atados los carros. Comenzó a buscar el suyo, y no
apareció. Miró dos o tres veces la cadena, aunque recordó que él no solía dejarlos atados
con los dispositivos que el establecimiento ponía a disposición de los clientes a tal
efecto. Entonces pensó si no se habría equivocado y habría permitido que le robaran
el carro. El caso es que las botellas que ya traía en las manos comenzaban a pesarle y
entonces oyó la llamada de Juan:

Pero Fran, ¿qué coño haces? Si no hemos traído carro.

Nuestro protagonista sintió ganas de responder por un momento hasta que se dio la vuelta y
vio que, efectivamente, su hermano traía bajo su brazo la bolsa donde pensaban llevar las vituallas
al domicilio. Se sintió muy ridículo mientras pensaba en cómo eso se le habría ido de la cabeza.
Comenzó a guardar lo que llevaba en las manos aún con el estrepitoso fallo rondándole la mente.

Perdona, se me había ido, estoy un poco distraído últimamente y...¡Y tanto! ¿Qué haces metiendo los huevos en el fondo? Anda trae.

Los dos hermanos empezaron a sacar todo de la bolsa y a disponerlo con el plan que traían hasta
que el cliente de detrás les recriminó de forma correcta pero seca el tiempo que estaban tardando.

Oigan, jóvenes. ¿Podemos pasar los demás mientras resuelven su problema?Sí, perdonen —respondieron ambos hermanos a coro. 

Cuando acabaron emprendieron la marcha y todavía Juan estaba avergonzando a Fran por el fallo
que había cometido.

No puedes estar tan empanado, mira la que has montado...

 La cajera cortó la perorata de Juan:Oye, que son 45 euros. ¿Donde vais?Lo siento mucho. Aquí tienes —dijo muy apurado Juan.Joder, en cuanto se le va a uno algo de la cabeza hay que ver las que se montan —concluyó 
nuestra protagonista. 


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