miércoles, 28 de abril de 2021

Desescamar.

 

 

¿Pero qué cojones es esto?
 ―preguntaba Juan Gordal 
saboreando aquella dorada.Bueno, ya está el llorón 
―respondió nuestro protagonista.Hijoyohepreparadoestepescadocomotúmehasdichotodoelratopensabaenloquemehabíasindicado
creoqueteníabuenaspectoyaltraerloalamesapensabaqueestababienperotúahoraparecequelorepudiasno
sécomoacertarcontigo...No es culpa tuya, mamá. Es que este pescadero se ha dejado las escamas sin quitarNo habrá para tanto ―dijo Fran―. Trae para acá que lo pruebe.
 Nuestro protagonista se sirivió uno de los filetes de la dorada y lo probó. En efecto tuvo que apartar
 varias escamas y espinas que hicieron la experiencia desagradable aunque el sabor era bueno. No era 
la primera vez que tenían un problema con aquel nuevo empleado del supermercado.
Yo casi estoy por no volver hasta que aprenda ―comentó Juan Gordal.Conlobienquelohacíalaperuanaquehabíaantesolarubiaalomejordeberíamosdecirlealgoaesteseñor
nodeberíanponerlosahísinenseñarlesacualquieradeberíaninstruirlounpocoantedeponeralagenteatratar
lacomidadelosdemás...Además nos las cortó en filetes, que no era lo que le habíamos pedido ―añadió Fran.Pero eso es lo de menos. Si los hubiera limpiado bien serían muy buenos. Porque el sabor sigue
 siendo el mismo.Mamá los ha preparado bien.Buenohijosmenosmalyohehecholoquehepodidoaversiospasobienlascomidasquevosotrosestáis
siemprepreocupándoosdetraerlamejorcomidaposibleyonohehechomásqueloquemehabéisdichome
gustaprepararla...―dijo Doña Marata Palacios mientras los dos hermanos la miraban asombrados de
 que estuviera masticando y paladeando aquella dorada sin apratar las escamas ni hacer ningún gesto.Nunca dejará de sorprenderme, Juan ―sentenció nuestro protagonista. 


sábado, 24 de abril de 2021

Veses.

 

 

Salía nuestro personaje
de aquel supermercado, 
cuando encontró a aquel
 africano que llevaba 
tiempo apostado en la 
puerta del establecimiento. 
Aquel hombre se había hecho 
en poco tiempo con las 
simpatías de buena parte del
 barrio. Sabían que había huido 
de la guerra en su país de 
origen, y que en la ciudad donde vivía nuestro protagonista había logrado sobrevivir
 haciendo recados, trabajillos duros, y con la ayuda que le daba la gente que lo 
encontraba en aquel establecimiento. También nuestro protagonista simpatizaba con su
 situación, más aún viendo que en los últimos tiempos, en el país donde vivía, una 
organización poco recomendable que sorprendentemente era tratada como una opción  
política por mucha gente, se había hecho con cierta presencia en los medios de
 comunicación y en las instituciones oficiales criminalizando a gente como aquel
 hombre. De modo que Fran buscó una moneda en su bolsillo y se la extendió. El hombre
 de la puerta respondió con un marcado acento africano:


Dios pague, muchas veses.

Nuestro protagonista contuvo la risa a duras penas y luego pensó en explicarle que se dice muchas
veces, como debía haberle dicho alguna señora cuando el le agradeciera las monedas, era una
expresión graciosa para explicar que no había nada que agradecer, pero ya Juan le llamaba y le decía
que no se quedara atrás. Fran explicó a su hermano lo que ocurría:

Se lo va a decir a los siguientes.Bueno, todos metemos la pata al aprender otro idioma, ya se lo dirán.

Fran intentaba recordar si durante su estancia en Londres él había metido la pata de forma similar.
También es cierto que su situación no era ni comparable a la de aquel ciudadano del tercer mundo.
Recordaba cómo buscando un trabajo con una base mucho más cómoda había salido escaldado por
confundir “luxury”, lujo en inglés, con lujuria. Recordó la vergüenza y la angustia que eso suponía y
al mismo tiempo pensaba en la gente que conocía para la cuál había hecho recados aquel hombre.


Igual serían ellos quienes deberían enseñarle a hablar bien ―dijo Juan Gordal―. Fíjate lo que te
digo, igual lo quieren así para que siga siendo mano de obra barata.
No lo sé. Lo que sé es que todo el que se gana la vida fuera es un héroe. Yo lo veo así.




viernes, 16 de abril de 2021

La Biblioteca de Turpin.

 


Pues te juro que yo no lo había leído
—decía nuestro protagonista.Es uno muy de Max, que para algo
 es su autor pero muy de críos —respondió JuanSí, no se prodiga en esto Max

 El autor catalán cambiaba totalmente de tercio
 en La Biblioteca de Turpin. La historia nos cuenta
 las aventuras de dos niños, Cris y Óscar 
que una tarde en que se aburren de jugar
 con sus amigos deciden 
averiguar qué ocurre en el caserón vacío del 
que son vecinos. Al entrar encuentran que está habitado
 por un desconocido que ha inventado una tinta que permite viajar a interior de las historias de los libros
 que se imprimen con ella. Y resulta que ha perdido la su sombrero en uno de esos viajes, lo cuál no 
sería grave si no guardara en él la fórmula de esa tinta. De modo que Cris y Óscar deciden ir a buscarlo 
a través de aventuras como Alicia en el País de Las Maravillas, La Guerra de Los Mundos, aventuras de 
Sherlock Holmes, etc.La verdad es que está muy bien pensado, porque Max puede hacer esos dibujos de seres fantásticos
 que tanto le gustan y se sigue muy bien —comentó nuestro protagonista.A mí me trae muchos recuerdos. No puedo creerme que no lo hubieras leído.Ni yo, pero esa era la verdad.Aparte, Max demuestra ser un buen guionista cuando a una historieta muy simple es capaz de hacerla
 lucir y sorprender. Y con el mérito de hacer leer a los críos.Y se le nota en su salsa, la parte de Alicia parece especialmente pensada para él.Muchos colorines, quizás.Sí, pero yo tengo claro que me gustaría que si tuviera un crío lo leyera.Por supuesto. 




Ficha del cómic, aquí.

El temor en el ejercicio.

 

 

Había llegado ese momento
 que desde hacía unos dos
 meses temía nuestro 
protagonista en la hora y 
media que dedicaba cinco 
días a la semana ha hacer 
ejercicio: levantar las 
mancuernas por encima de
 su cabeza. Esta era una
 innovación que había 
introducido Juan una vez que levantar las pesas hasta los hombros ya
 no les forzaba lo suficiente. Nuestro personaje, como de costumbre estiró los brazos hacia
 lo alto. No tó el esfuerzo en las extremidades y también en la parte alta del tronco, pero
 eso era normal cuando uno realizaba un esfuerzo físico. Pensó que pronto se acostumbraría 
a ello. Lo que le intranquilizaba era... ¿Y si algún día se le caís de la mano una de las 
pesas y le daba en toda la cabeza?

¡Me quedaría tonto! ―exclamó sin querer en voz alta.
¡Tonto ya lo eres! ―respondió Juan iracundo―. ¿Cómo hablas en voz alta en medio del ejercicio a
estas alturas?

Nuestro personaje explicó a su hermano lo que tenía en la mente y sus temores. Cuando Juan lo hubo
escuchado se planteó algo que nunca hasta aquel momento había pensado:
Me cago en ti, Fran, me has cortado el ejercicio y ahora no puedo retomarlo tranquilo ―comentó.Lo siento. De todas maneras no podremos hacer otra cosa. Habrá que tener cuidado.


Los dos hermanos cumplieron la tarea asegurándose, eso sí, de tener las mancuernas bien sujetas. El
ejercicio transcurrió con normalidad hasta que en la cuarta serie Doña Marta Palacios volvió de las 
compras que había salido a hacer:
Holahijosyatengopanyperiódicosahoravoyapasarlaverdadesquemevienesiempremuybienandarpor
lasmañanasvosotrosseguísentrenandonopuedopasaralbañosícreoquelovoyahacerquetodavíaesmuy
tempranoparaprepararlacomida...¡Joder! ¡Lo que faltaba! ¡Esta quiere entrar! ―gritaron los dos hermanos.Ayhijosparecequenoosgustenadadeloquehagomevengodelacalleaveramisqueridoshijosconcosas
defueraymerecibíasíyonosésientrenarosponedequemalalecheoquéperotengoquepasarnopuedeesperar
deverdadqueavecesdanganasdeatizarosconvuestraspropiaspesas...Precisamente. Si quieres hacer eso no tienes más que pasear por aquí mientras hacemos esto ―concluyeron ambos. 

sábado, 10 de abril de 2021

Otra misa "especial" de Doña Marta.

 


-Buenos días, mamá
-dijo nuestro protagonista
aquel sábado-. Me he
levantado más tarde de lo
que suelo, pero en pleno sábado...
-Calla-contestó Doña Marta
Palacios-queestoyviendoestamisa
enlacatedraldeSantiagoesmuybinitapareceincreíblecómoreconfortasiempreverestodaigualqueunatenga
uncallooquehayaperdidounablusaquenoencuentro...


Fran observó estupefacto mientras dejaba sobre la mesa el desayuno que pensaba tomar. Allí estaba su
progenitora mirando con verdadera cara de atención una misa, que ciertamente se desarrollaba en el
marco incomparable del arte de una magnífica catedral de su país. Pero lo primero que le vino a la
cabeza fue otra cosa:


-Pero mamá, ¿no había terminado ya la Semana Santa y la época de esas misas que solo tú sabes que
existen?
-Perohijoestonosonlosoficiosninadaestamisaesespecialporqueestánordenandounnuevoobispoyo
queríaverestoyunamisadecómoordenanaunsacerdotequeesalgograndiososevealAltísimopresenteyse
sientesu fuerza...
Fran dedicó alrededor de medio minuto a asimilar las palabras de su madre. Francamente no entendía
cómo aquello podía captar la atención de nadie de ese modo. Más aún, Doña Marta afirmaba que era
algo que esperaba ver.
-¿Y esto? ¿Se supone que verlo da más puntos para ir al cielo o algo así?
-Nohijoesmaravillosomiracómocantanyelnuevoobispoconlaimposicióndemanosquéganastengo
porciertodeiraSantiagoquégrandeesytútambiénhacetiempoquenosalesmiraqueesteesañoSantode
momentolovemosaquí...



Fran se quedó pensativo un momento antes de responder. Era cierto que con la dura etapa que estaba
pasando su planeta comenzaba a tener muchas ganas de viajar. Y que aquel Santo era famoso por una
ruta hacia él.

-Eso sí estaría bien. Pero prefiero ver la catedral en calma sin todos esos sotanas ni esas celebraciones
-aseveró al final.
-VeshijocómounosereconciliaconDiosviendoestoeranecesariocadavezqueveaunamisaenlatelete
voyallamarqueseguroquealfinalvessugrandezaesalgoúnicoylapazylaalergríaquetedarásiempreporque
estosiempreestáalalcancepaseloquepase...

Nuestro protagonista resopló y contuvo la réplica extensa que pensaba soltar a su progenitora.
Simplemente dejó el plato en la mesa y se entregó a su desayuno.

miércoles, 7 de abril de 2021

¿Llegará a ser serie?

 


Ahí estaba. Fran lo observaba con deseo en la planta de cómics de la FNAC. Nevada, aparecida hacia pocos meses en España, parecía la serie de cómic más prometedora en aquellos momentos. Con guion de Fred Duval y Jean Pierre Pécau y dibujo del magnifico Colin Wilson narraba las aventuras de un aventurero que trabaja para las grandes productoras de Hollywood durante la década de 1920. En la historia se aprovecha muy bien el momento de cambio donde el paradigma del Far West americano empieza a ser sustituido por el modelo urbano de las grandes ciudades estadounidenses y se mezclan abundantes referencias al contraste entre la realidad de la conquista del salvaje oeste y la visión que da de este el pujante cine de la época. Sien embargo, de momento, algo echaba para atrás a nuestro protagonista:


Es que es solo el primer tomo, Juan. ¿No sabes si la serie seguirá?

No, no lo sé. Y Recuerdo series que se me quedaron cortadas y da mucha rabia.

Yo tengo en mente, que sé que no es lo que más te gusta a ti aquellos del Forgescedario de Forges, que no sé si pensaban hacer más pero nunca he visto mas allá de la J.



Huy, en los 90 las editoriales dejaron muchas sin acabar. Y me molestó mucho, por ejemplo, en tiempos más recientes, Arzak el Vigilante, que iba a ser una trilogía pero murió Moebius. Y un montón del oeste que se quedaron, como Sunday de Víctor Mora.


Fran tomó el cómic de Nevada y observó que no era muy caro, en torno a los 16 euros. Por un momento pensó en comprarlo y esperar. Pero su hermano le disuadió, no sabía Fran si queriendo hacerlo o no:


Luego uno se raya mucho leyendo y releyendo e imaginando finales.


Entonces Fran observó los nuevo s de Corto Maltés y cayó en la cuenta de que tampoco Hugo Pratt había llegado a realizar el épico final de su personaje estrella, que en el proyecto del autor desaparecería sin saberse lo que le ocurrió en algún momento de la Guerra Civil que hacía ya más de 80 años había sacudido el país de nuestro protagonista.



Y curiosamente sabiendo hasta el final que tenía Pratt pensado no dan impresión de obra inacabada —comento nuestro protagonista.

Porque por lo menos dejaron una serie, pero este Nevada de momento es solo un tomo —respondió Juan—. Además lo han seguido con otras aventuras, quizá lo que pasa es que es tan bueno que ya trasciende ese inconveniente.

Quizás. Como con Nevada de momento no es así, esperaré. A ver si prende la serie.


También el patrimonio artístico.

 


Una gran polémica dividía en aquellos días
la ciudad donde vivía nuestro protagonista.
Y es que siendo la economía de su país muy
dependiente del turismo (lo que ya de por sí
era en épocas normales motivo de polémica,
ya que muchas voces pedían crear otras industrias) la posibilidad de que la hostelería abriera o cerrara
para cumplir las medidas de protección frente a la plaga que azotaba el planeta de nuestro protagonista
no era asunto baladí. La mayoría de la población consideraba que ante ese virus se debían correr los
menos riegos posibles, pero ciertos políticos y autoridades eran reticentes a cerrar los establecimientos
hosteleros. La polémica adquiría tintes verdaderamente grotescos cuando muchos conciudadanos de
nuestro hombre veían turistas emborrachándose y gritando mientras ellos se esforzaban por evitar el
contagio, en muchos casos privándose de caprichos y diversiones. En todo ello pensaban Fran y Juan
Gordal cuando llegaron a aquel bar. Nuestro protagonista se indignó.


Estos ya sí que han meado fuera del tiesto— comentó.

Venga, Fran, si no gritan, guardan las distancias, han montado fuera la terraza...
Pues eso, lo de la terraza es lo que me molesta.
Pero si es necesario para que se guarden las distancias y haya ventilación.
¿Y por eso van y montan el negocio junto a la fachada de esta iglesia que es una joya del siglo XVII.

Juan, que no había caído en este detalle que le comentaba nuestro protagonista pero era cierto: las
mesas casi arañaban la pared del templo.

Pues bueno, será mejor que apelotonar a todo el mundo —comentó Juan.
Mal vamos para recuperar el turismo si jodemos el patrimonio de la ciudad. A ver si tú vas a ser de
esos politicastros que solo ven la pasta.
No, pero si el bar puede seguir así...
Así no. Que se jodan y cierren si no podemos tener la historia de la ciudad, la salud y el negocio a la
vez.
Pues ya sabes, vete al dueño del bar y se lo explicas.

Lo cierto es que Fran también tenía ganas de tomarse una caña, era humano. Y no deseaba ningún mal
a quien viviera de la hostelería. Pero la historia y el patrimonio artístico de su ciudad no podían ser
moneda de cambio. Y viendo este problema añadido siguió pensando cuántas cosas más iban a perderse
aún en aquella disyuntiva de salud o economía.



lunes, 5 de abril de 2021

Comprarse ropa podía empeorar.

 

 

Allí estaban. Fran
los observaba. Si
normalmente comprarse
ropa era una de las
cosas que menos
le gustaba hacer
a nuestro protagonista,
con la pandemia que se

había abatido sobre su

planeta era todavía peor.

No recordaba su talla de pantalones y no sabía si podría pasar a probárselos. Al cabo de

un momento el dependiente de aquellos grandes almacenes reparó en él:

¿Desea usted algo?
Pues buscaba unos pantalones, pero no sé si me los puedo probar con la situaión de pandemia.
Sí, claro. No se preocupe que aquí se desinfecta todos los días.
No si no es eso es que...
Por cierto, esos son muy grandes así a ojo para usted. Pruebe estos.

Nuestro protagonista no quería que pensaran que no se fiaba del establecimiento, es que era una
restricción común en aquellos tiempos que los probadores estaban fuera de funcionamiento. Pero
viéndose con aquellos dos pares de pantalones en dos colores solo pensó en acabar cuanto antes.
Pasó dentro y se los probó. Por suerte eran bastante cercanos a su talla, lo que agradeció al dependiente,
porque durante toda la operación no dejó de pensar en trastear con ropa, en si otros se los hubieran
probado...

Son 64 euros los dos —dijo el dependiente.

Aquí tiene, ha sido muy amable —respondió Fran mientras de fondo los altavoces del establecimiento
Aquí tiene, ha sido muy amable —respondió Fran mientras de fondo los altavoces del establecimiento
no dejaban de repetir que se evitara en lo posible el pago en efectivo.

Después de aquello un metro bastante atestado le reafirmó en su sensación, seguramente exagerada,
pero no por ello menos desagradable de estarse rebozando en virus. Cuando entró en su casa Doña
Marta le preguntó:

Holahijoquétalhaidohaspodidocomprarteloquenecesitabasmealegrodequelohayashechoaveresos
pantalonesquetehacíanfaltaquieroverteconellosademástúmismoseeguroquetambiéntesientesbienyte
habráscompradounosmáspequeñosporquehasadelgazado...
Ahora te cuento, mamá, pero por favor, apártate —dijo nuestro protagonista mientras corría a
desinfectarse como cada vez que en esa época uno venía en casa de la calle.

Holahijoquétalhaidohaspodidocomprarteloquenecesitabasmealegrodequelohayashechoaveresos
pantalonesquetehacíanfaltaquieroverteconellosademástúmismoseeguroquetambiéntesientesbienyte
habráscompradounosmáspequeñosporquehasadelgazado...
Ahora te cuento, mamá, pero por favor, apártate —dijo nuestro protagonista mientras corría a
desinfectarse como cada vez que en esa época uno venía en casa de la calle.

 

Fran no efectuó una desinfección normal, algo de por sí largo y molesto, sino que tal y como se sentía
 se duchó, dejó en una habitación aparte los pantalones, se quitó la ropa que llevaba... Y sí, su 
conclusión fue clara: comprar ropa en época normal era pesado y molesto, pero en pandemia era un 
auténtico castigo.