miércoles, 24 de abril de 2024

Especias del mundo

 


Nuestro protagonista llegó a aquella tiend oriental donde tantas veces había comprado ese
sazonador que a él le gustaba echarse en los guisos de carne. Los dependientes o
encargados estaban colocando los botes de especias en las estanterías justo en ese
momento. Fran se salió fuera y compró una tónica para bebérsela en un banco de la
calle y darles tiempo a acabar su tarea. Pasados unos veinte minutos volvió a entrar
y rebuscó en la estantería. Ante él desfilaron los botes de las especias más insólitas:
para sopa harira, ras el hanut, cardamomo, cúrcuma, azafrán, curri, en varias
modalidades, massala... pero no encontraba el sazonador. El dependiente se dio cuenta y
vino en su ayuda:

¿Qué busca? —preguntó con su acento de algún país indeterminado del sudeste asiático, casi 
seguro Bangladesh, según la experiencia de nuestro protagonista.Hola, buenos días. El sazonador de carnes aquel no lo tenéis ya ¿verdad? —preguntó Fran.No tenemos, no, pero puede fabricar tú mezclando otras especias.¿Y qué especias llevaba? —preguntó Fran con curiosidad.No sé —reconoció el dependiente con señales de vergüenza en el tono—. Si hubiera bote podría 
mirar ingredientes.Bueno, muchas gracias de todas formas. Cogeré Ras el Hanut —sentenció nuestro protagonista
 con resignación.

Al salir de la tienda nuestro protagonista pensaba en que aquella mezcla sería seguramente muy
similar al sazonador que a él tanto le había gustado. Al llegar a casa observó que Juan, que guisaba
aquel día, había preparado un estofado. Nuestro protagonista lo sazonó con las especias marroquíes.

¿Le vas a poner eso al cerdo, Fran? No creo que los marroquíes lo hicieranBueno, tampoco los indios le pondrían gran parte de las especias que usan a la ternera y lo hemos
 hecho muchas veces —respondió nuestro protagonista.

El estofado estaba bueno con el ras el hanut, pero Fran no podía dejar de pensar en aquel sazonador
que ya no tenían en la tienda. Al final llegó a una conclusión:

En cuanto lo vea me aprendo los ingredientes, como dijo el hombre de la tienda —concluyó.Al final no creo que se diferencie mucho de esto —le contestó Fran.De momento no te hubiera chirriado a ti con el cerdo —sentenció nuestro protagonista. 


El niño del fin del mundo

 

 

Hay que ver. Desde
 aquí se domina toda 
la ciudad con una
 panorámica increíble 
―dijo nuestro 
protagonista desde lo
 alto de aquel cerro.Allí está Torre Europa,
 por el otro lado la Almudena, se ve la vía del tren...―respondió Juan Gordal.Parece como si no estuviéramos en la ciudad, como si lo viéramos desde fuera.Me recuerda a esas imágenes que aparecen en algunas películas y tebeos de cuando un viajero que
 viene desde muy lejos ve desde una montaña que llega a su destino.

Los dos hermanos habían llegado a aquel parque, el Parque de las siete Tetas, así se llamaba,
en alusión a los cerros que lo componían. Había zonas del parque con mucha sombra, pero la
curiosidad de contemplar la ciudad desde lo alto se ve que atraía a mucha gente que subía hasta
lo alto de las lomas a contemplar la vista y tenderse al sol.

Quizás eso es lo malo, que aquí el sol pega en exceso.Pero mira qué sensación de libertad. Vete tú abajo con los familiones y los niños, si quieres, yo 
me quedo aquí y... ¡Ay!

Tras este sobresalto nuestro protagonista y su hermano se volvieron. Un niño de unos ocho años
recogía una pelota y se disculpó con una voz temerosa:

¡Perdone, señor!No pasa nada pero ten más cuidado ―dijo Juan con buen criterio viendo la edad del infante y que 
el pelotazo que se había llevado en la espalda no había sido demasiado fuerte.Joder, hay que ver. Hemos tenido que venir hasta lo alto de un cerro a que nos pase este incidente 
tan típico de los sitios abarrotados.¿Y los críos con todo el parque se ponen a jugar en la ladera del montículo? ―comentó Juan―. 
En fin, la imaginación infantil es siempre sorprendente.O igual es que este lugar no es tan remoto como nos pareció.Igual. 


jueves, 18 de abril de 2024

El Grito del Pueblo

 


Bueno, menuda obra. La
 verdad es que impresiona, 
y además te hace 
comprender muchas cosas 
―dijo nuestro 
protagonista al acabar 
de leer El Grito del 
Pueblo de Jacques Tardi.
Tardí era el dibujante 
perfecto no sólo por su estilo, que también, sino por su posición al respecto, 
por su recorrido...Aunque la historia no es suya, es una novela de Jean Vautrin.Sí, aunque parece hecha para él.

El Grito del Pueblo nos cuenta a lo largo de cinco volúmenes, a través de las historias personales de
varios personajes, el famoso alzamiento parisino tras la derrota en la guerra franco-prusiana de 1871.
El primer gobierno proletario del mundo queda muy bien retratado en el trazo en blanco y negro de
Tardi donde se perciben los ideales, el hambre, la miseria, los privilegios y todas las causas y
motivaciones de los personajes, especialmente un capitán del ejército y un policía que resuelven sus
rencillas personales en el mismo.

También hay alguna imagen, como la del asesinato de la hija adoptiva del policía, y la de todos 
los heridos y  muertos por los cañones que podrían ser de cualquier guerra de hoy en día ―comentó
 Fran
Pero lo más terrible de todo es la sensación de desigualdad en fuerza y capacidades que transmite
 Tardi. Y como todo se va preparando para un final donde todos sabemos lo que pasó.Y ver que las cosas que pedían eran prácticamente las mismas por las que hoy se lucha en muchas
 partes del mundo.De todas maneras el final deja cierta esperanza para el futuro, como de que la lucha seguirá.Y sigue. En cualquier caso hay que leerlo con atención y conocerlo. De lo mejor en cómic histórico. Es que vaya dos monstruos se fueron a juntar para hacerlo. 

Ficha del cómic, aquí.

Dentro de un cuenco de alioli

 


Fran fue a la nevera a buscar algo de merienda. Al coger una pieza de fruta volcó un

cuenco con alioli del que Juan había preparado para la dorada de la cena anterior.
Nuestro protagonista intentó arreglar el desaguidado lo más rápido que pudo, pero vio
que había goteado por la parte de atrás de la nevera, manchando las otras baldas. Ahora
no había más remedio que vaciarla y limpiar cada bandeja una por una. Para eso debería
mover la nevera para poder abrir del todo la puerta y desmontar el interior y al moverla,
el espectáculo dantesco de la porción de suelo donde había estado meses, quizás años el
frigorífico obligó a nuestro personaje a disponerse a una limpieza completa. Empezó a
barrer los restos de polvo y otras sustancias que había bajo la nevera. Mientras lo hacía
buscaba dónde dejar toda la comida que había sacado de la misma al vaciarla. Ahora, sí,
comenzó a sacar las baldas. Pero el ali oli no salía igual de bien de todas ellas. La
operación, que él había calculado en cinco minutos llevaba ya veinte entre unas cosas y
otras cuando acabó de limpiar la primera de las badas de la nevera. Así, poco a poco fue
limpiándolas todas y al final volvió a meter la comida dentro, desechando de paso algunas
vituallas que no tenían muy buen aspecto. Pero el alioli también había caído en las bolsas
y fiambreras que contenían alguna de las especies que guardaba el refrigerador. Eso
añadió otros veinte minutos a la operación. Por último, pensó cómo colocar de modo
equilibrado todo el contenido de la nevera para que cupiera y no provocara accidentes
como el que acababa de sufrir nuestro protagonista. Al cerrar definitivamente la puerta
de la nevera pensó que ya habría acabado y se permitió coger una naranja de postre. Pero
al dirigirse al salón, dona Marta Palacios le preguntó:

Perohijoquéhasestadohaciendoquehastardadounmontón yademástienestodalaropamanchadade
arribaaabajoconlolimpioquetúeresaversinoteponesarevolverlaneveratendrásquelavartodoloquellevas porqueestásperdido...

Nuestro protagonista observó su ropa y se dio cuenta de que en efecto tendría que poner una
lavadora y cambiarse. Al pasar vio el cuenco donde había estado el alioli que había dejado en
el fregadero. ¿Todos estos problemas cabían en este espacio? Se preguntó nuestro protagonista.




sábado, 13 de abril de 2024

Espectáculo para críos

 


Fran y Juan Gordal iban por la calle comentando por enésima vez lo gordos que se habían puesto.
Algo especialmente deprimente si tenemos en cuenta que en su día los hermanos ya habían logrado
bajar peso hasta unos extremos realmente llamativos. Y además contaban los esfuerzos que habían
hecho por evitarlo:

Desengáñate, Fran: sin pasar hambre no hay 
manera ―dijo Juan.Ya, lo tengo asumido. Pero es que no me aguanto.Pues habrá que hacerlo. Mira el tripón que tengo
 yo. Yo nunca había estado así.Ojalá yo estuviera como tú. Yo estoy que pueden
 abrazarme entre cuatro.Mira, Fran ―dijo Juan mientras señalaba un espejo en la calle―. Vengo de perfil y lo primero mío
 que aparece en el espejo es mi tripa, no mi nariz.

Nuestro personaje se paró enfrente de su hermano, sintiéndose desafiado. Era absurdo que nadie
se lamentara por eso cuando él podía hacer algo mucho más terrible. Con una mano se agarró un
pectoral desde abajo y le dijo:

Cuando siendo tío puedas agarrarte así una teta te lamentas. Hasta entonces es absurdo,Ya puedo ―dijo Juan― y mucho más. Mira lo que hago.

 Y el mayor de los hermanos se dio una palmada en la tripa a ver cuanto tiempo vibraban sus grasas.
Fran no podía ser menos y dijo;Pues pasemos a la prueba de fuego, verse la polla.

Fran llegó a hacer un gesto de desabrocharse el cinturón cuando recordó que estaba en plena calle.
Juan además le hizo notar que un coro de niños los estaban mirando absortos. Ambos hermanos
pararon y continuaron su camino rojos como tomates de vergüenza.

Bueno. Convenimos en que hay que adelgazar ¿no? ―sentenció Juan.Sí, que nos estamos volviendo espectáculo para críos ―concedió Fran. 


Un extraño don cinematográfico

 

 

Nuestro protagonista se
despertó. No sabía por
 qué lo primero que le 
vino a la cabeza
 fue una gracia de
 Cantinflas en la 
película El Padrecito,
 una comedia muy simple 
que tampoco le había
 gustado especialmente, 
en concreto cuando Mario 
Moreno confunde el 
nombre del pueblo y 
lo llama San Gerónimo el bajo, y al responderle que es San Gerónimo 
el alto sentencia: “Ah, ya creció”. El caso es que aquel día no podía quitarse esa 
película de la cabeza, y cuando Doña Marta Palacios comentó que había pedido en sus
 oraciones en la iglesia una ayuda divina para que se arreglara rápido un problema con 
las cañerías de la casa nuestro protagonista respondió:Un soplidote¿Quéhasdichohijo?Noconozcoesapalabrayosoloquieroquenosarreglenelgrifoestequegoteayyano
séaquiénpedirayudaporquenovieneelfontaneroasíquerecurroalasfurzassuperioresporquenopuedo
esperarmás...Nada, mamá, que en El Padrecito para ganar a los dados iba el cura Cantinflas y pedía a varios
 del pueblo que dieran a los dados “un soplidito” según él para la suerte, y luego reza y a Dios le pide
 “un soplidote”.BuenohijosoncosasdeCantinflasquenovienenalcasoperosíaversielseñornosechaunamanoporque
hoyesosemeestáhaciendounmuroinfranqueableyaversinosayudanqueyoyanoséquévaapasarconel
grifoese...Sí, mamá, perdona, pero es que no se me va hoy de la cabeza esa película.

Siguió con sus tareas nuestro personaje y en un momento dado vio a Carolina limpiar la casa, que
le recordó a la criada de aquella película, a Juan que llevaba caídos los pantalones y le dijo que
parecía al cómico mexicano y seguía preguntándose por qué aquella película le venía continuamente
a la cabeza.

Si me dijiste que ni te gustaba ―le habló Carolina.Ya pero me viene a la cabeza. En fin, voy a poner el reportaje de la a ver si hay algo de animalitos.

Y al sintonizar esa cadena lo primero que apareció era un anuncio del programa de cine clásico
del canal donde se iba a emitir... ¡El Padrecito! Increíble , pero cierto.

Joder, lo has convocado.Ahora que lo recuerdo, alguna otra vez me ha pasado: días en que me dio por pensar en Pulp
 Fiction, Rocky...Es un don, Fran. Parece que presientas la programación.No creo en esas cosas. 

 Sin embargo dos días más tarde, viendo una jugada de un partido del Atleti alguien comentó que 
un jugador había dado una patada a lo Van Damme. Y Fran empezó a recordar Kickboxer, la película 
que tanto le gustaba de crío. Y la Tailandia brutal que aparecía, y aquel maestro heredero en cierto 
modo del Miyagi de Karate Kid... Hasta que vio en el periódico que aquella noche se iba a emitir. 
Esta vez fue  Juan le insistió en su don:¿No podría venirte a la cabeza que nos toca la lotería?No lo hago aposta, Juan. ¿Habré visto tanto cine que he llegado a tener telepatía con él?Bueno, si se te ocurre como encontrar dinero y fama, avísame.No, ese secreto me lo guardaría para mí. 


miércoles, 3 de abril de 2024

Domar una olla

 

 

Avervoya
leermelas
instrucciones
porqueyocreo
quelaúltima
ollaapresión
nosduró
muchomenosde
loquedebía
durarnosyyono
meatrevoaponer
lanuevasinleer
estelibritoporquenuncasesabeloquepuedepasaryhayquecuidarlascosas... —peroraba Doña Marta 
Palacios.Bueno, mamá, hemos tenido miles de ollas como esta, no creo que pase nada malo —afirmó 
nuestro protagonista,.

Aquellas dos semanas en que a la vieja olla a presión se lesaltó la válvula y los Gordal Palacios
la dieron por definitivamente irrecuperable les había enseñado lo importante que era dicho
utensilio de cocina. En aquellas dos semanas habían pensado muchas veces en reponerla cada vez
que habñian querido preparar legumbres o ciertas carnes, pero los quehaceres de unos y otros lo
habían impedido. Por fin aquella olla nueva les iba a permitir reanudar su actividad normal en
la cocina. Juan quiso estrenarla con un estofado para el cuál había traído los ingredientes la noche
anterior.

Piensaqueestodicequenopuedeponerseconmenosdeunatercerapartedelíquidoquelalleneporquesino
nosehacenbienlascosastendrásquetenercuidadodecocerbienyaversiaprendesparahacermeuncocidoque
llevomuchotiempoconganas... —Hablaba la matriarca de los Gordal PalaciosTú déjalo en mis manos, mamá —respondió Juan

Cuando los Gordal Palacios sirvieron a la mesa el estofado la familia observó que aunque era la
misma preparación de siempre cada uno le encontraba un defecto:

Igualtendríasquehaberteleídoantesellibritoqueyotelodejéencimadelavitronosésihashechotodolo
queallídecíaparautilizarlabienperotieneunsaborextrañoquenoterminadegustarmeyelcasoesquepegada
noestá...—afirmó Doña Marta Palacios.Que va —respondió Juan—. Lo que pasa es que no le he pillado el punto y ha salido muy caldoso.
 Y con poco sabor concentrado. La próxima vez lo haré mejor.Pues no tires el caldo que yo lo quiero —intervino Carolina—. Que siempre lo tiráis y tiene mucha
 sustancia. Está claro que tenemos que cogerle el punto —sentenció nuestro protagonista, sorprendido de que
 aquel instrumento también necesitara rodaje. 


El cordón

 


No sabía nuestro protagonista qué hora de la noche sería cuando empezó a notar esa
molestia en la cadera. Por sus simples reflejos de búsqueda de comodidad apartó esa
zona de su cuerpo un milímetro,no más de donde estaba y se calmó. Casi al instante
pareció adormecerse, pero en cuanto se descuidó aquella sensación de pinchazos
volvió. En su duermevela pasó un tiempo largo de comodidad y de sosiego que en
realidad no debíeron duran más que unos pocos segundos cada segmento, pero le
parecieron en su duermevela ser mucho más largos, hasta que al fin despertó y vio
lo que ocurría. No había ninguna fuerza sobrenatural. Simplemente era el cordón de
su pijama, que cuando se colocaba de una determinada manera se le clavaba en las
carnes. Por fin se despertó del todo y se colocó el pantalón con calma. Miró
instintivamente su reloj y vio que aún le quedaban unas cuantas horas de sueño. Volvió
a echarse y poco después el despertador le advertía que debía ponerse en marcha para
solucionar los asuntos personales que tenía que abordar aquel día. En realidad no era
«poco después», había dormido durante varias horas, pero en ese estado de duerme vela
la noción del tiempo se perdía un poco.

¿Has dormido bien? Mira que de esa documentación depende lo que puedas cobrar este 
mes —le dijo Carolina Gordal.Bueno, he dormido que no es poco.Yolehehoídoqueensucamasemovíaunpocoperoluegosehaquedadoasícomoseduermeelniñoqueda
tranquilidadvercómorespirayseguroquelovaahacermuybienporqueduermecomounángelyseguroque
puedecontodo...—comenzó a decir Doña Marta Palacios.Si me visto bien supongo que sí, mamá —le contestó nuestro protagonista.Ayhijosisiemprevaspreciosoyocreoquetúnopuedesvestirtemalaunquequierasporqueteveosiempre
quedanganasdedarteunabrazoaversilaschicassedancuentadeunavezdeloquevalemihijoqueahoraya
inclusovaacobrar...Bueno, pero cuidaré de colocarme bien los calzones y los pantalones, que siempre te pueden 
sabotear.Ayhijoquécosastienesencuantotedigoalgoyaestáspensandoengroseríasaversivoyatenerquevolver
apegartecomocuandoerasniñonoseytepuededecirnadabuenoconeducaciónporquemeteslatontada
nohayquienhablecontigo...Leugo te lo explico mamá —sentenciñon nuestro protagonista mientras se cercioraba de que 
la experiencia de la noche no le hubiera dejado una marca, y mientras se colocaba con sumo 
cuidado el cinturón de la calle. 


Karate Kid, el mito fundacional

 

 

Joder, parece mentira.
De aquí parte casi todo
 lo que después hemos
visto sobre artes marciales:
 el chico que aprende, 
los entrenamientos duros
 e incomprensibles, el viejo
 maestro excéntrico...
—comentaba nuestro 
protagonista con aquella
 emisión en la televisión de Karate Kid.Fue un bombazo. Además diciendo a todos los chavales que si se esfuerzan pueden lograr cosas 
de una manera muy divertida.Y eso que a mí los personajes no me parecen especialmente carismáticos.

Los dos hermanos comentaron uno de los máximos exponentes del boom de las artes marciales
orientales en el entretenimiento de los años 70 y 80. La historia de un adolescente tímido y
blandengue que conoce a un viejo maestro de Karate y de su mano se convierte en un luchador
invencible está muy trillada en el cine de acción, pero puede que Karate Kid sea la que consolidara
todos los mitos de esa pelea.

El rollito ese pacifista que parece que tiene que envolver todo lo relativo a los deportes de
 contacto sí que me chirría un poco —dijo Fran—. Pero ver el proceso de aprendizaje es muy 
agradable y muy entretenido.Lo curioso es que, en mi opinión, al ocurrir todo en el mismo pueblo y en escenarios familiares 
es como mucho más cercana que otras películas sobre superluchadores —comentó Juan.Sí, no es una superpelea por la supervivencia, es un torneíllo de pueblo donde se desarrolla la 
gran confrontación.Y lo de “dar cera, pulir cera” a mí me pasó un poco parecido en el gimnasio cuando me pusieron
 a saltar a la comba, que no entendía por qué era.Sí, pero es normal exagerar todo en las películas.Bueno, por algo marcó a muchos y por algo han intentado hace poco sacarle secuelas, remakes...El primo Mario sé que es fan. Le preguntaré lo que piensa al respecto. Sí, pero concluimos que aunque sea por ser la película fundacional de este cine, hay que verla. Desde luego.

Ficha de la película, aquí.