sábado, 24 de septiembre de 2022

Río Bravo

 


¿Disfrutas en serio con esa película?
 Si no hay ninguna más típica y 
previsible —dijo Juan Gordal
 a nuestro protagonista.Pero precisamente, es de las que
 construyeron el mito del oeste 
americano. Y está muy bien hecha
 con todos los elementos típicos.

 Río Bravo era una de las cimas 
del western , dirigida por Howard
 Hawks, uno de los maestros de 
dicho género —aunque desde luego nunca llegaría a la altura del dios cinematográfico de nuestro
 protagonista, John Ford —, con casi todos los rostros reconocibles de este tipo de films, empezando, 
como no, por John Wayne, y con un típico argumento de la tierra de la frontera: un sherif 
incorruptible y valeroso ha osado por fin plantar cara un forajido, que resulta ser hermano del cacique
 del pueblo. Este terrateniente y sus secuaces intentarán por todos los medios liberar al bandido una 
vez que es detenido por el sheriff. Pero el valeroso oficial y sus ayudantes se arman de valor y resisten.
Es una historia mil veces contada, pero con mucha pasión y esmero. No me extraña que se 
convirtiera en un clásico —dijo Fran.Hasta el nombre es típico. Que hay Río Grande, Río Lobo, Río Rojo... Todos los ríos del oeste 
—respondió Juan.Ya, pero es que la construcción de los mitos también es un logro. Y esta película lo consiguió.Si están además que si Dean Martin, John Wayne... Cualquier red neck de la América más
 negra te hubiera podido construir esta película.Bueno, las batallas y tiroteos hay que ser un maestro para poder rodarlas de este modo —dijo Juan.Supongo que hay que considerar su época.Eso también, pero yo te digo que hacer lo mismo que todos pero mejor que nadie no es fácil. Por 
eso disfruto viendo esta película y la recomendaría a todo el mundo —sentenció nuestro protagonista.

Ficha de la película, aquí.

Y todo esto sin tocar

 


Bueno, pensaba nuestro protagonista. Llegó el peor momento posible. Aquella tarde él no
tenía trabajo y Juan sí. Pero era el mayor de los dos hermanos quien esperaba una
notificación administrativa importante. Por tanto Fran tendría que ocuparse del asunto.
Juan había dado una lista de lo que quería, de que igual sus interlocutores no le mandarían
de nuevo las claves para el acceso, de los formularios que Fran tendría que rellenar... Pero
aun así, nuestro héroe era reticente. Ya de ordinario era Fran reticente a mezclarse en
los asuntos de Juan, así que imaginen las ganas que tenía de intervenir en algo que encima
tenía consecuencias. Pero ese trámite tenía un tiempo asignado y limitado, cuanto más
lo pensara nuestro protagonista sería peor. Así que respiró hondo, se sentó ante el
ordenador... Juntar los ánimos para exponerse a la ira de Juan o para meter la pata en
uno de sus requerimientos requería su tiempo. El ordenador se encendió, Fran se dirigió
al correo de Juan... No, no, todavía no, mejor iba a ver primero aquellos artículos de
el AS. Los problemas en el entrenamiento del Atleti, la llamada de la selección, los
próximos grandes combates en el boxeo, lo que fuera antes de enfrentarse al problema.
Ya no había donde escoger. Metió las claves, vio la bandeja de entrada y por fin, la
administración había respondido a Juan repitiéndole los pasos a seguir. Eran los mismos
que habían seguido hasta entonces sin resultado. Nuestro hombre respiró aliviado,
remitió un correo a los interlocutores explicándoles que el procedimiento que les
indicaban ya lo habían seguido para su trámite sin resultado. Y se alejó lo más rápido
posible.

Pero entonces ―dijo Juan al regresar ―, ¿mi plica sigue sin mandar?
Es lo que hay, Juan. Mira tú tu correo a ver si se podía hacer algo más.¡No se puede confiar en vosotros para nada! ―gritó Juan.Dejaatuhermanoquenosabesloquehasufridoestardequehasudadofríoporquenoqueríaexponersea tocarnadatuyosihubierasvistocómohasudadoantesdesentarseenfrenteyelmiedoqueteníaparaélhasido terrible...El caso es que lo mío sin hacer ―respondió Juan y se enzarzó en una discusión con la matriarca
de la familia.

 Pero Fran no podía evitar sentir alivio contemplando la escena. Si aquello se había desencadenado
 sin tocar nada, no quería nuestro protagonista ni pensar lo que podría haber ocurrido de haber él 
metido la pata con su gestión. En adelante, se dijo, lo ideal sería rezar para que siempre que Juan 
le encargara un trabajo pasara algo así. 


miércoles, 14 de septiembre de 2022

Una mañana de informática

 


Por último cancelar

 las suscripciones a todos

 estos que te enviaban 

formularios ―comentaba 

nuestro protagonista mientras

 realizaba aquellos trabajos

 para Doña Marta Palacios.

Ayhijopuesyonomeapuntéennadaperotúdicesquesíloimportanteesquenoquieroqueapartirdehoy
vuelvanaescribirmeporquecadavezquemiroelcorreomeencuentrounmontóndemensajesdeesos
mecuestaencontrarlomío...―respondió su progenitora.

Mira, mamá, por favor, lo harías sin querer, pero no digas que no lo hiciste cuando te ocupaba
tres cuartas partes de los mail que recibías.

Queyonomeapuntéhijoperoporlomenosmuchasgraciasporborrármelosilohacesyonosabíanoquiero

volvermeaencontraresoyeltrabajoquetehastomadoquellevasdesdelasnuevequenotehasdespegado
delordenador...

Sí, que también he tenido que escribir a los del trabajo este que quiero, a los del gas, a los de
las oposiciones del ayuntamiento...

Y es que nuestro protagonista estaba agotado. En toda aquella mañana no había salido de su casa
y no se había levantado de aquella silla. Todo había empezado con el aviso el día anterior de una
lectura que iba a realizar la compañía de gas y que solicitaba una foto del contador que debía
enviarse por mail. Además se había encontrado con una falla en su currículum que le pedían
actualizar y con el correo de su madre ocupado por un montón de spam resultado de inscripciones
involuntarias. Parecía mentira cómo podía complicarse cualquier cosa, y el esfuerzo que requería
cualquier papeleo de actualizar y mejorar las cuentas de internet. Y eso que teóricamente la
informática ayudaba a agilizar esos procesos.

Hombre, Fran, si no hubieras tenido que ir físicamente a los dos sitios después de revolver en
un fichero ―intervino Juan Gordal.
Es cierto. El caso es que por más que se inventa, sigue siendo igual de desesperante el tiempo
que hay que dedicar a cualquier trámite de papeleos.


Cuidar una colección de cómics

 


Ya está. ¡Me cago cincuenta y dos veces en la puta obra de mierda de los cojones!¡Cuando parece
que no te pueden joder más, siempre encuentra alguien la manera! ―gritaba Juan Gordal cuando
acabó el traslado de sus tebeos.

Es el precio que hay que pagar por tener una

colección tan variada y tan surtida de cómics,

Juan

respondió nuestro protagonista.

Aquella obra había pillado a todos por sorpresa en la casa de los Gordal Palacios. Resulta que una
vecina de nuestros protagonistas había encontrado una mancha en su pared. Aunque tras una primera
inspección de los técnicos del seguro la instalación de fontanería de la familia no tenía nada que ver
con el asunto, lo cierto es que esas cañerías estaban en mal estado, y la más elemental prudencia
aconsejaba cambiarlas. Para que fontaneros y albañiles llevaran a cabo su labor, Juan Gordal había
tenido que vaciar su cuarto de enseres y mover sus muebles, dado que la tubería a reemplazar pasaba
por el suelo de su habitación. Cuando trasladaba todo, para acabar de arreglarlo, la estantería de
metal donde tenía sus tebeos se había vencido y toda la colección se había desperdigado por el suelo.
Eso llevó a tres cuartos de hora de trabajo por parte de los dos hermanos para recoger, apilar y
recolocar los cómics, y para apartar los trozos de la estantería de metal hasta que pasara el servicio
municipal de recogida de muebles.

La verdad es que ahora, viéndolos en esta pila, me doy cuenta de la cantidad de ellos que tengo y 
del trabajo que esto me ha llevado ―comentaba Juan Gordal.Lo importantes es que acaben pronto la obra y puedan volver a su sitio.Madre mía, aún no han empezado y ya estoy deseando que acabe todo el trabajo que tengo 
por delante.Pues ya sabes, la próxima vez que quieras un cómic recuerda esto. No basta con comprarlos.Bueno, tampoco son mascotas. 


sábado, 10 de septiembre de 2022

El rincón de la aventura

 


Nuestro personaje esperaba en aquel semáforo la luz que diera paso a los peatones. Como aquí ya
se ha contado procuró no pararse demasiado cerca de la calzada, en la zona correspondiente al carril
bus, donde con frecuencia los citados vehículos pasaban a toda velocidad pegándole sustos nada
despreciables. Esta vez estaba bien metido en la acera esperando, cuando aquella chica que
empujaba la silla de ruedas de un anciano se paró a su lado. La acera hacía un poco de pendiente y
la silla del anciano cogió velocidad. Se metió en el carril bus y casi en la zona del tráfico normal.
La chica que lo llevaba reaccionó y lo llevó a tiempo, pero ella, nuestro protagonista y casi todos
los presentes, salvo, curiosamente, el anciano, no pudieron evitar el sobresalto. Una
mujer hasta gritó.

Y menos mal que ahora no venía un bus —acertó a decir nuestro protagonista.Casi un coche normal, pero por suerte lo hemos sacado del carril a tiempo —comentó la chica.El desnivel este casi os cuesta caro.Ya, pero sin él no podríamos bajar.

Otros muchos transehúntes y testigos se sumaron ala escena, aportando cada uno su visión sobre
obras públicas, circulación, el transporte público, etc, etc. Cuando nuestro protagonista quiso darse
cuenta el semáforo, que ya se había puesto verde, volvía a estar en rojo, y los coches se ponían en
marcha. Se tuvo que volver a quedar en esa acera. En ese momento el anciano de la silla de ruedas,
que no debía enterarse mucho de qué iba la cosa, habló.

Oiga, métase más en la acera que viene el autobús.Sólo me faltaría eso, que ahora encima me pillaran.

 Al fin se puso el disco verde y Fran reanudó su marcha. En todo caso, se dijo, aquel cruce siempre 
le traía grandes emociones. Seguramente, era el lugar de la aventura en la ciudad en aquel momento.
 Una aventura muy absurda, pero ahí estaba. 


A las dos y media

 


Fran salió decidido a conseguir a quel puesto de trabajo. Había tenido toda la mañana
para prepararse la entrevista, y llevaba las mejores ropas y equipo para ello. Sin
embargo la hora, las dos y media de la tarde, le había hecho cambiar rutinas habituales.

-Ytevasairsincomernadahijoasínovaahaberforma

dequeteconcentresmiraquetenemos

aquípuestalaasaduraestayelarrozseguroqueasíno

tesalebienaunquetúdigasquevas
mejorsincomermedacosapormásqueluegovuelvas... -peroraba Doña Marta Palacios.
-Mejor eso que arriesgarse amanchar el traje, mamá. Me voy decidido para la
entrevista, no creo que salga muy tarde, y comeré a las cuatro.
-Mucha suerte. Recuerda que cuando vuelvas tienes aquí la comida.

Fran al salir pensaba que iba normamelmente a una entrevista, pero el metro a
aquella hora estaba mucho más vacío que en la hora punta. Cuando llegó, de
camino a su cita, vio un monton de gente comiendo en los restaurantes y cafeterías.
Por fin se pllantó ante la puerta donde estaba citado. Llamó al timbre y un hombre
severo, pero cortés le abrió la puerta.

Fran al salir pensaba que iba normamelmente a una entrevista, pero el metro a
aquella hora estaba mucho más vacío que en la hora punta. Cuando llegó, de
camino a su cita, vio un monton de gente comiendo en los restaurantes y cafeterías.
Por fin se pllantó ante la puerta donde estaba citado. Llamó al timbre y un hombre
severo, pero cortés le abrió la puerta. -Buenos días. Perdona un momento, pero es la hora de la comida, la estamos sirviendo.
Siéntate en esta sala y espera.

Mientras nuestro protagonista esperaba en aquella silla vio cómo los carros de
comida de aquella residencia pasaban ante él, y en algún caso el aroma le hizo
la boca agua. Cuando por fin se sentó a hablar, el hambre ya le atenazaba. Las
preguntas fueron las de siempre. Preparación, experiencia...

Mientras nuestro protagonista esperaba en aquella silla vio cómo los carros de
comida de aquella residencia pasaban ante él, y en algún caso el aroma le hizo
la boca agua. Cuando por fin se sentó a hablar, el hambre ya le atenazaba. Las
preguntas fueron las de siempre. Preparación, experiencia... -Bueno, lo malo es si lo consigues tendrás que quedarte varias horas por la tarde
hasta sacar el servicio -dijo por fin el entrevistador-. ¿Te ves capaz?
-Por título sí, pero nunca lo he hecho.
-Bueno, ya te llamaremos.

Así que todo aquel trajín para lo mismo de siempre. Para eso le habían tenido sin
comer, y para eso se había dado aquel tute. La verdad es que una entrevista a aquella
hora era algo que no deseaba repetir. Ahora a comer rápido a casa , y la próxima vez
a ver si conseguía hacer valer sus deseos en la entrevista de trabajo. Porque ya
sabía Fran que si te decían «ya te llamaremos» significaba que no habías conseguido el puesto.