domingo, 24 de abril de 2022

Barrio

 


Me ha gustado mucho, es costumbrismo puro, cuenta de modo ameno pero muy ilustrativo cómo
era vivir en esa época —dijo nuestro protagonista acabando de leer Barrio de Carlos Giménez.
No es tan cómica como el cine de Berlanga ni tan dura como Malos Tiempos o Paracuellos, pero aquí
vuelve a lucirse ¿verdad?—añadió Juan.

La serie de comics Barrio se había planteado muchas

veces como la continuación del Paracuellos al que

aludía Juan Gordal. Aquí Giménez, ya salido de su

etapa en los refugios de Auxilio social cuenta cómo era

incorporarse a la vida en la España de los 50, que

ha dejado atrás lo peor de la posguerra, pero donde el

autoritarismo del régimen sigue presente, y la

mayoría de los ciudadanos deben buscarse la vida en condiciones poco propicias. Giménez aparece

aquí como un adolescente que va realizando diversos trabajos, que va conociendo la vida exterior y

que de cuando en cuando se topa de bruces con la realidad del régimen.

El momento en el que se entera de por qué no se puede hablar en la calle de su padre es tremendo 
—dijo Juan.Sí, y además tal y como lo pone Giménez, él ni sabía que su padre había sido un rojo.Y los personajes que va conociendo, que son increíbles, desde algunos meramente anecdóticos, 
como el vejete que se cree que le han robado el traje en la pensión a los activistas a escondidas, a
 los que se ve cómo trataba el régimen.La verdad es que viendo esta obra uno se da cuenta de que, con todo, algo ha avanzado el país.
 Me recuerda un poco al neorrealismo en el cine, porque tampoco es una comedia o una aventura tal 
como lo cuenta.Es simplemente la historia de un chaval normal y cómo consigue que sea interesante y que prenda.A lo que ayuda ese expresionismo tan característico del dibujo de Giménez.Sí, sin duda Carlos Giménez es un patrimonio que el cómic y España deberían reivindicar.

Ficha del cómic, aquí.

sábado, 23 de abril de 2022

Síndrome de la cara vacía

 


El día el fin de la mascarilla en espacios cerrados llegó. Pero nuestro protagonista
observó que en su trabajo, en los transportes públicos, una gran mayoría de
establecimientos, etc, se seguía pidiendo a los usuarios y trabajadores que la usaran.
En la práctica, casi el único espacio interior donde se la podía quitar era el
descansillo de su casa.

PuesyoniahñihijoquemedamiedoqueahoradicenquesivienennuevasvariedadesdeChinaynAsturias
parecequeestorepuntaymiraquenadietienemásganasqueyoperonomeatrevodespuésdetodoloqueha
pasadonomeimportaesperarunpocomás...—comenzó a decir Doña Marta Palacios.
Aquí tienes lo que te iba a explicar, Fran —añadió Juan Gordal—. Mucha gente ahora,
aparte de que algunos sitios sigan exigiendo la mascarilla, se ha habituado y se siente
como débil sin ella. Lo llaman “El síndrome del rostro vacío”
Ahora a cada gilipollez que se le ocurra a cualquier imbécil le ponen un nombre de
pseudopsicología —comentó Fran—. Pues yo casi siempre que puedo me la quito.

A decir verdad Fran observaba como mucha gente se había habituado a la prenda e incluso
en los espacios abiertos donde ya hacía tiempo que se permitía ir sin protección. En
contra de o que muchos creían no hubo un loco estallido de alegría , la gente había
aprendido a ser prudente.

Por lo menos espewro que no sea porque algunos ahora se toman la mascarilla como un
 juego y quieren llevar mascarillas de colorines y similares.Fran, que la gente no es tan estúpida —le dijo Carolina—. Mira esto.

 Y Fran observó  otra noticia sobre varios repuntes, comprobando que una vez más se
 imponía una realidad terca sobre las ganas de dar por finalizada la pandemia.

Sí, parece que, efectivamente, aún no estamos libres del todo.

 

sábado, 16 de abril de 2022

Cuestión de prioridades

 


Según se acercaba el día en que dejarían de ser obligatorias en interiores las mascarillas que habían
acompañado a los habitantes del planeta donde vívía nuestro protagonista desde el inicio de la
pandemia que los afligía, nuestro héroe sentía un moderado alivio. Aunque parecía una buena noticia
dar el paso que parecía definitivo hacia la normalización de la situación, dos cosas le hacían mantener
una gran cautelas al respecto. La primera era que el fin de la obligatoriedad no significaba
necesariamente la normalidad de la vida diaria: cada empresa o comercio tendría la capacidad de
decidir si en sus dependencias mantenía el mandato de llevarlas o no.

Me estoy viendo trabajando aún con ella durante bastante tiempo —dijo nuestro protagonista en 
su casa.Puesharánmuybiensitelatienesqueponerhijoyonopiensoquitármelaaunquemedenpermisoporquees
algoquemedaseguridadyamehehabituadoyademásmiracomoestánahoraenChinaquelesvieneotrobrote
yestánconfinandociudadesimportantes...
 Esta era la segunda razón para moderar el optimismo de nuestro protagonista: aún parecían venir 
nuevas oleadas del virus precisamente en el país donde todo había empezado. No se sabía si la
 supresión de medidas era una decisión inteligente.
Otra vez el puñetero día de la marmota este en el que llevamos ya dos años.Buenohijoyasabesqueahorahayunaguerraqueocupatodosloslugaresenlateleynadiehablamásdela
mascarillanidelaincidenciaahoranosabemosloquepasaráconelvirusporqueelesfuerzobélicoestápor
encima...Qué guay, qué buenos somos como especie. Lo que nos devolverá a la normalidad no será el fin
 de la epidemia sino meternos en una guerra. ¡Ay, Señor!



La Pascua más esperada

 

 

Pues venga, traed el huevo,
 que ya hemos liquidado el 
puto potaje —dijo nuestro 
protagonista aquel día de
 pascua—. Parece mentira 
que hasta después de la 
Resurrección tengamos
 que estar haciendo penitencia.Y parece mentira que lo que estés esperando tú en esta época sea un huevo Kinder gigante a
 tus años —le dijo Juan GordalPero si eres tú el que lo ha traído. Haber traído, yo que sé una mona de pascua, o algo más
 adulto, si ese es el reproche.Buenohijosyosoymuyfelizdehaberestadoestasemanaconvosotrosyheidomuchoamisaloquemeda
energíasparaunabuenatemporadadelañoestaeslamejorépocayvamosaacabarlacomosemereceque
ademásyadicenquenosvanaquitarlamascarillla... —comenzó a decir Doña Marta Palacios.

Al oír a la matriarca de los Gordal Palacios nuestro héroe recordó que cuando empezó la nefasta
pandemia que decía que estaba a apunto de concluir, cierto político poco recomendable de su
planeta afirmó que en la pascua de ese mimo año, cuando en todo el planeta se extremaban las
precauciones, él quería a la gente celebrándolo en las iglesias. Dos años después parecía que eso
era factible, a pesar de cierto brote de la enfermedad en el mismo país donde todo había comenzado.

Pues menos mal, porque en la tienda donde he comprado estaba todo el mundo enmascarado y
al lado de la caja tenían el cacharrito del gel —comentó Juan.Eso está a punto de terminar, dentro de poco podrás volver a toser y engorrinar tebeos con total 
impunidad, Juan —dijo Fran.Ayhijonomedigáisqueesoesloquevaisahaceralastiendasdetebeosyoquecreíaqueibaisamirartebeosy
librosyacomprarlosmejoresresultaqueosdedicáisaesascochinadasnomelocreíadevosotrosperosia
vuestraedadyanodeberíais...Mamá, Fran lo ha dicho como una gracia. En fin, a ver si la pascua este año viene completa 
—sentenció Carolina. 


sábado, 9 de abril de 2022

Comidas típicas

 


Nuestro protagonista
 observaba la cocina.
 Allí estaban los 
productos típicos de 
la época en la
que se encontraba 
la familia: 
Bacalao desalándose, 
garbanzos hidratándose... 
Todo ello
preparado para el potaje
 típico de ese momento.

Joder, lo odio con toda mi alma —comentaba nuestro protagonista viendo los preparativo
s del guiso típico.
Pues a mí me gusta, Fran. A ver qué tomas.¿Pero cómo eso va a gustar a nadie si precisamente era un guiso pensado para la penitencia?Hombre, peor sería el pan duro.
Al decir eso Carolina Gordal le dio una alegría a nuestro protagonista, que reparó en varias
bolsas de pan duro preparado para otra tradición. El corte del mismo no engañaba. Se iba a 
empapar en leche con canela y cáscaras de cítricos, a rebozar, y a convertir en torrijas.
Esto es muy contundente y energético, y también era comida de penitencia —dijo—. Ni 
siquiera la penitencia tiene por qué ser un castigo.HijolaSemanaSantatambiénesuntiempodehacercosasbonitasquetambiñencelebramosquenuestro
SeñorJesucristonossalvóynoslibródelpecadoquenosolohaytristezayahoravoyaponeracalentarlaleche
paraempapar...Joder, mamá, parece mentira que después de todas las misas aún tengas ganas.Hijoesqueamíestomecargadeenergíayahoravamosahacerlastorrijasqueestaránbuenísimassonuna
deliciaesloquequedabaparacelebrarestobienquesonlasmejoresfechasdelañoyporfinsehanpodido
celebrar...Bueno, mamá, tú preocúpate de darme torrijas y punto. 

Dos años más tarde, la semana grande de Doña Marta

 


Aquel año en que nuestro

 protagonista sí tenía 

trabajo, llegar al oasis 

de descanso que
suponía la Semana 

Santa era un

 acontecimiento que se agradecía. Sin embargo su periodo
de asueto parecía condicionado por la necesidad de realizar un trabajo escrito para otro
de sus proyectos.

Me voy a pasar estos días entre pelis de romanos y procesiones, que este año sí las habrá,
escribiendo como un hijo de puta —comentó.
Y yo contigo, cabrón. Recuerda que estamos juntos para sacar este proyecto. Si nos dan ese
certificado será para los dos —respondió Juan Gordal.
Pues yo también tendré que trabajar. Este servicio telefónico tiene su momento álgido ahora
—contestó Carolina.
Nadie va a disfrutar este año de la Semana Santa. Como los dos anteriores, en la práctica.
La conversación de los hermanos se vio interrumpida de pronto por una voz de entusiasmo.
Doña Marta entró en la habitación con tantas energías como solía:

Puesyoyatengoelcalendariodemisasyademásmemandanalmóviltodoslosdíasvariasaxctividades religiosasyhaymuchosconciertosprogramadosquemevoyaoírtodalaproducciónreligiosadeBachyaver sivolvemosairalcineoalgo...Joder, mamá, la única que va a tener vacaciones eres tú y no trabajas habitualmente.Ya, y encima la juerga mística que tanto la carga de energía —terció CarolinaCasi me dan ganas de dejarla a ella haciendo los trabajos y nosotros comiendo torrijas.Ayhijosquecosastenéisaversimedejaísamívermiscosasquetengomuchailusióndespuésdedosaños quenohepodidoyseguroquevosotrostambiénveisalgoenlateleytendréisquebuscaroslaformade descansarqueyatrabajáiselrestodeltiempo...Bueno —concluyó Fran—, mejor si alguien disfruta.


sábado, 2 de abril de 2022

Nadie puede vencerme

 


Por algún motivo, una
 vez más, se ve que ningún
 deporte pega con el cine 
como el boxeo 
—comentó Fran al acabar
 Nadie Puede Vencerme.Yo la había visto antes pero
 creo que con otro título 
—comentó Juan.Puede ser, hubo dificultades para que llegara a España, y luego con el título original. Cuando
 era muy fácil traducir The Set Up como el tongo, el amaño, etc.En todo caso es increíble cómo mantiene la tensión y ese final tan duro y feliz a la vez.

Nadie Puede Vencerme era una de las películas que comenzaron a hacer grande a Robert Wise. El
que llegaría a ser director de películas míticas como West Side Story nos muestra aquí la historia de
un boxeador en la cuesta abajo de su carrera que se resiste a aceptar que ya no tiene nada que hacer
en ese deporte. Por ello, unos gangsters deciden contratarlo para amañar un combate con el que
pretenden lanzar la carrera de un joven púgil emergente. Sin embargo el orgullo del protagonista le
tienta a ganar la pelea y estropear el tongo. Mientras su mujer sufre porque no le ve en condiciones
de aguantar muchos más esfuerzos y golpes. Todo ello confluye en un final muy sorprendente que,
desde luego, se queda en la mente de los que lo ven.

Quizás no me gusta el ambiente y la imagen que da del boxeo, demasiado sórdida —dijo Fran.Ya sabes que por desgracia los gangsters han merodeado mucho ese deporte, y más en la época 
de esta película.Y con un reparto no excesivamente brillante y pocos decorados crean una historia muy impactante.El protagonista, Robert Ryan se nota que había sido boxeador en la vida real y lo hace muy bien.Y también la mujer.El suspense es buenísimo y la rematan muy bien. Si es que un buen guion puede con todo.Habrá que mirar en todo caso por qué el boxeo pega tan bien en el cine.Sí, otros deportes no dan igual de bien en pantalla. 

Ficha de la película, aquí.

Otra vez sin sol

 


Aquel domingo nuestro protagonista se fue a dormir con un poco menos de ganas de lo
habitual. Se había producido el cambio de hora, y notaba cómo a la hora de acostarse
no tenía el sueño que solía tener. Además ese año sí tenía un trabajo que le obligaba
a madrugones que no había sufrido en algunas ocasiones anteriores.

Me cago en la leche, encima hay que dar gracias por tener trabajo
Claro, Fran, ya verás cómo en cuanto te pongas mañana en marcha ni te acuerdas de
esto —le dijo
 Carolina.Esoeshijoyomedespertarécontigoparadecirteadiósdejayalostebeosquetienesque
acostartesinomañananohabráquientelevanteparaleeresascosasvasatenermuchotiempoy
ahoranitelovasapasarbienconeso...—Intervino Doña Marta Palacios.Sí, pero no tengo nada de ganas.

Nuestro protagonista se encaminó a su dormitorio y recogió todo de mala gana. En contra de lo
que creía se durmió con relativa facilidad. Pasó una noche buena y se puso en marcha cuando su
despertador sonó. Pero al levantarse observó que no entraba el sol. Con el cambio de hora, de
nuevo volvía a levantarse antes de la llegada del día, algo que había dejado de pasar hacía como
un mes. Se encaminó a sus tareas, se fue al transporte público, y cuando salió en su estación de
destino se dirigió a su puesto. Todo ello bajo la luz de la luna y las estrellas. Sólo al final, justo
antes de entrar, se asomaba un tímido rayo de sol en el horizonte.

Habrá que volver a salir a ver el sol en los fines de semana —dijo entrando a su puesto.Con este horario de trabajo Drácula no tendría problemas —le respondió uno de sus compañeros.

 Sin embargo nuestro protagonista se consoló pensando que quizás en unas pocas semanas los días
 se alargarían lo suficiente para no levantarse de noche.