-¡¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaay!!!
-Gritó Doña Marta Palacios-. Quécasimesaco
elojohayquehorror
mesalesangrey
todomehedadocon
elpalocasime
quedotuertayoesque
undíamematoay
necesitoaguaya
vercómosequeda...
Todo esto a esa velocidad le dio
tiempo de decir a la matriarca de los Gordal Palacios antes de que
nuestro héroe llegara a la cocina alarmado por el grito, y viera con
espanto a su madre tapándose un ojo del que a pesar de todo veía
que manaba sangre. Tras unos segundos para asimilar esta visión,
se atrevió a preguntar:
-¿Pero qué te has hecho, mamá?
-Hijoqueeltenedor...lacomidanecesitaba...estababuscandoahíabajo...habíaquelimpiar...peroelpalo
estaba...mehedadoenelojo...ahinecesitoagua...elpaloahíabajo...estababuscando...ponerlamesapero
hacía...eltenedornoestaba...
-Mamá, calma -dijo Fran asustado y
más sobresaltado aún por esa perorata entrecortada e incoherente-.
¿Qué ha pasado?
-Ibaaponerlamesaperoeltenedorsehacaídoheidoacogerloestabaahíelpalocasimesacoelojoayquéhorror
mevoyamatarundíaahorameestabadandoaguaigualtengoqueiraquemeloveanperotambiénestaba
limpiándome...
-¡¿Qué palo?! -dijo Fran cada vez
más confuso, aunque ya algo aliviado viendo que el ojo de su madre
seguía en la cuenca pero obviamente muy rojo, y con sangre manando
de algún punto-. A ver, ¿ves mi mano?
Tras comprobar que a pesar de lo
aparatoso de la lesión su madre al menos podía mover el ojo y veía,
Fran intentó calmarse y calmar a la matriarca de la familia, y
volvió a preguntar, a ver si de una vez se enteraba de por qué
estaba casi tuerta.
-Perohijositehedichoqueeltenedoryelpalo...
-¡¿Qué palo?!¡¿Qué historia es
ésta de palos en los ojos?!
-Elpalodelrecogedormeheagachadoaporuntenedor...
Fran por fin empezaba a comprender. Su
madre había perdido un cubierto que había caído bajo una mesa y se
había agachado sin mirar que estaba ahí el palo del recogedor, que
se había metido en su ojo, provocando el espantoso incidente. Fran
le limpió el ojo de manera más cuidadosa de lo que ella lo había
hecho, el ojo tenía el aspecto estar muy irritado, pero
afortunadamente funcional y en su sitio. Pero habiendo hasta
sangrado, era imprescindible que se lo vieran.
-Ayhijopuestengohoraparavermelatensiónynopuedoperderlaluegoiréahoratengoquerecogerlas
mantasyvoyaponerlamesaluegotengoqueordenaresoslibrosquenoseacabanuncanohagomásquecosas
delacasa...
Fran se espantó de todo esto, pero
aunque sabía lo que pasaba cada vez que alguien intentaba arreglar
nada en la casa hizo la observación obvia:
-Mira, todo eso lo vamos a hacer Juan
y yo, y tú vete ahora mismo a que te vean el ojo.
-Deningunadelasmanerasyonovoyadejarmquemeanuléisharéloquetengaquehacerquemedejáistodo
mangaporhombroynovoyasoportarquecojáismiscosasymelascambiéisdesitioyquedigáisquenadadelo
quehagovale...
Fran estaba pensando la respuesta,
pero afortunadamente, llegó de la calle Juan Gordal que había bajado
a hacer unas compras, y tras oír todo lo que había ocurrido apoyó
a nuestro protagonista:
-Vete ahora mismo a que te vean ese
ojo.
-No hay manera, Juan, no atiende a
razones.
Tras diez minutos de discusión los
dos hermanos lograron un "acuerdo": Doña Marta iría a
verse la tensión y a la cita con el cardiólogo que tenía aquella
tarde, pero inmediatamente después acudiría a urgencias
oftalmológicas. Nuestro protagonista la acompañó y Juan Gordal se
quedó al cuidado de la casa. La oftalmóloga dijo a Doña Marta
exactamente lo que Fran y Juan habían dicho en casa, sacando a Fran de
sus pensamientos, que hasta ese momento lo que veía en aquella
doctora eran sus curvas y su belleza:
-¿Pero cómo no ha venido hasta
ahora?
-Ayhijaotrapesadateníahoraconlatensiónyestabalimpiandoencasaperohetenidoquedejarloamediasy
ahoraparecequemedicesquemevoyatenerqueestarquietayoesquenovoyapodernimovermemequeréis
enterrartodos...
-Mamá, anda, haz caso a la doctora.
La oftalmóloga le mandó a Doña
Marta varios colirios y pomadas que tendría que ponerse en el ojo
durante varios días para tratarse una pequeña raspadura en el globo
ocular. Fran se estremecía pensándolo, pero Doña Marta definía su
sensación como una molestia en el ojo, desagradable pero soportable.
Cuando llegaron a casa Juan había preparado la cena y limpiado.
Fran se lo agradeció mucho, pero no así Doña Marta:
-Miraquetedije
quenotocases
nadaque
yoibaaponertodo
estoenordentodos
iguallamédicatambién
mandándomequeme
estéquietapuesno
mevaisaanularmequeda
muchavidaynomevoyadejardominar
soislaleche...
Los dos hermanos se echaron a temblar
pensando en que según la doctora, esperaban diez días así, en los
que la matriarca de los Gordal Palacios debía descansar y tratarse
y ellos hacer las cosas contra su voluntad y sus broncas.
-Pues tendremos que afrontarlo, Juan,
que ya somos mayorcitos -dijo Fran.
-Ya, pero acojona.