lunes, 22 de julio de 2019

Palos, ojos y descanso.


-¡¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaay!!! -Gritó Doña Marta Palacios-. Quécasimesaco
elojohayquehorror
mesalesangrey
todomehedadocon
elpalocasime
quedotuertayoesque
undíamematoay
necesitoaguaya
vercómosequeda...

Todo esto a esa velocidad le dio tiempo de decir a la matriarca de los Gordal Palacios antes de que nuestro héroe llegara a la cocina alarmado por el grito, y viera con espanto a su madre tapándose un ojo del que a pesar de todo veía que manaba sangre. Tras unos segundos para asimilar esta visión, se atrevió a preguntar:

-¿Pero qué te has hecho, mamá?
-Hijoqueeltenedor...lacomidanecesitaba...estababuscandoahíabajo...habíaquelimpiar...peroelpalo
estaba...mehedadoenelojo...ahinecesitoagua...elpaloahíabajo...estababuscando...ponerlamesapero
hacía...eltenedornoestaba...
-Mamá, calma -dijo Fran asustado y más sobresaltado aún por esa perorata entrecortada e incoherente-. ¿Qué ha pasado?
-Ibaaponerlamesaperoeltenedorsehacaídoheidoacogerloestabaahíelpalocasimesacoelojoayquéhorror
mevoyamatarundíaahorameestabadandoaguaigualtengoqueiraquemeloveanperotambiénestaba
limpiándome...
-¡¿Qué palo?! -dijo Fran cada vez más confuso, aunque ya algo aliviado viendo que el ojo de su madre seguía en la cuenca pero obviamente muy rojo, y con sangre manando de algún punto-. A ver, ¿ves mi mano?

Tras comprobar que a pesar de lo aparatoso de la lesión su madre al menos podía mover el ojo y veía, Fran intentó calmarse y calmar a la matriarca de la familia, y volvió a preguntar, a ver si de una vez se enteraba de por qué estaba casi tuerta.

-Perohijositehedichoqueeltenedoryelpalo...
-¡¿Qué palo?!¡¿Qué historia es ésta de palos en los ojos?!
-Elpalodelrecogedormeheagachadoaporuntenedor...


Fran por fin empezaba a comprender. Su madre había perdido un cubierto que había caído bajo una mesa y se había agachado sin mirar que estaba ahí el palo del recogedor, que se había metido en su ojo, provocando el espantoso incidente. Fran le limpió el ojo de manera más cuidadosa de lo que ella lo había hecho, el ojo tenía el aspecto estar muy irritado, pero afortunadamente funcional y en su sitio. Pero habiendo hasta sangrado, era imprescindible que se lo vieran.

-Ayhijopuestengohoraparavermelatensiónynopuedoperderlaluegoiréahoratengoquerecogerlas
mantasyvoyaponerlamesaluegotengoqueordenaresoslibrosquenoseacabanuncanohagomásquecosas
delacasa...

Fran se espantó de todo esto, pero aunque sabía lo que pasaba cada vez que alguien intentaba arreglar nada en la casa hizo la observación obvia:

-Mira, todo eso lo vamos a hacer Juan y yo, y tú vete ahora mismo a que te vean el ojo.
-Deningunadelasmanerasyonovoyadejarmquemeanuléisharéloquetengaquehacerquemedejáistodo
mangaporhombroynovoyasoportarquecojáismiscosasymelascambiéisdesitioyquedigáisquenadadelo
quehagovale...

Fran estaba pensando la respuesta, pero afortunadamente, llegó de la calle Juan Gordal que había bajado a hacer unas compras, y tras oír todo lo que había ocurrido apoyó a nuestro protagonista:

-Vete ahora mismo a que te vean ese ojo.
-No hay manera, Juan, no atiende a razones.

Tras diez minutos de discusión los dos hermanos lograron un "acuerdo": Doña Marta iría a verse la tensión y a la cita con el cardiólogo que tenía aquella tarde, pero inmediatamente después acudiría a urgencias oftalmológicas. Nuestro protagonista la acompañó y Juan Gordal se quedó al cuidado de la casa. La oftalmóloga dijo a Doña Marta exactamente lo que Fran y Juan habían dicho en casa, sacando a Fran de sus pensamientos, que hasta ese momento lo que veía en aquella doctora eran sus curvas y su belleza:

-¿Pero cómo no ha venido hasta ahora?
-Ayhijaotrapesadateníahoraconlatensiónyestabalimpiandoencasaperohetenidoquedejarloamediasy
ahoraparecequemedicesquemevoyatenerqueestarquietayoesquenovoyapodernimovermemequeréis
enterrartodos...
-Mamá, anda, haz caso a la doctora.

La oftalmóloga le mandó a Doña Marta varios colirios y pomadas que tendría que ponerse en el ojo durante varios días para tratarse una pequeña raspadura en el globo ocular. Fran se estremecía pensándolo, pero Doña Marta definía su sensación como una molestia en el ojo, desagradable pero soportable. Cuando llegaron a casa Juan había preparado la cena y limpiado. Fran se lo agradeció mucho, pero no así Doña Marta:

-Miraquetedije
quenotocases
nadaque
yoibaaponertodo
estoenordentodos
iguallamédicatambién
mandándomequeme
estéquietapuesno
mevaisaanularmequeda
muchavidaynomevoyadejardominar
soislaleche...

Los dos hermanos se echaron a temblar pensando en que según la doctora, esperaban diez días así, en los que la matriarca de los Gordal Palacios debía descansar y tratarse y ellos hacer las cosas contra su voluntad y sus broncas.

-Pues tendremos que afrontarlo, Juan, que ya somos mayorcitos -dijo Fran.
-Ya, pero acojona.

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