sábado, 28 de septiembre de 2019

Tapando agujeros.



-2 ulos vente -dijo aquel chino cobrando a Juan y Fran Gordal las coca colas que le habían comprado.

Juan se dispuso a sacar las monedas necesarias y de forma increíble su bolsillo estalló esparciendo la calderilla por todo el suelo del local. Dos minutos llevó recoger todo, ante las risas del dependiente chino, que también echó una mano. Al salir de la tienda ambos hermanos lo comentaban:

-Esto es lo típico que si te pasara a ti montaría un pollo tremendo. Vaya espectáculo.
-Bueno, lo jodido es que esto es lo típico que uno olvida y no se acuerda de que tiene un agujero en el bolsillo y pierdes cosas por ahí
-Habrá que coserlo, por esto no se tiran unos pantalones.
-Pues a ver si te acuerdas.
-Me acordaré.




Unos días más tarde ambos hermanos volvieron a salir y de pronto Fran se sorprendió viendo a su hermano haciendo una serie de extraños movimientos y palpándose todo lo largo de la pierna. Pronto comprendió el motivo de la extraña danza de su hermano: este se sacó con muchos esfuerzos de la pernera la cartera donde llevaba su dinero y su documentación.

-¿Ves cómo no es fácil acordarse? -le dijo-. A mí me pasó lo mismo con otro agujero.
-Pero de hoy no pasa, hoy lo hago.
-Tú no tienes ni idea, lo voy a tener que hacer yo, porque en esto no vamos a meter a mamá.
-Pero a tí no tegusta nada coser, siempre lo dices. Me apañaré yo.

De nuevo pasaron varios días, y la tía Maria Cristina invitó a los Gordal Palacios a comer. Juan tuvo la idea de llevarle unos embutidos a modo de aperitivo. Y encontró la cartera, pero al sacarla se oyó un ruido de tela rasgándose y el bolsillo de Juan se quedó al rededor de su mano como un guante.

-Pues parece que ha petado del todo el bolsillo y esto sí que no sé si tiene más arreglo que otros pantalones. Si me hubieras dejado coserlos yo...
-Fran, vete a la mierda. Nadie más que yo va a gestionar esto, y me lo voy a arreglar.
-De acuerdo, cabezón, pero con el próximo "arreglo" de los tuyos te vas a quedar en gallumbos en plena calle.
-Ya verás cómo no.
-Allá tú, pero ahora mismo no tienes un cuerpo como para exhibirlo -sentenció Fran.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Y apareció la báscula.


-Pues toca pesarse otra vez -dijo nuestro protagonista-. Aunque la verdad no tengo ganas, me da que esta semana no he hecho bien el régimen.
-Pasa y no te lamentes -le respondió Juan-. Si quieres disfrutar al pesarte tendrás que hacer sacrificios.




Ambos hermanos llevaban varias semanas en un extraño estado en que eran conscientes de que tenían que volver a retomar su dieta y el ejercicio, pero como de costumbre desde hacía demasiado tiempo, por unas cosas y por otras no acababan de hacer las cosas como era debido. En esos casos ir a pesarse resultaba un trámite molesto que probablemente preludiaría un disgusto. Pero como el pesaje semanal era la parte más fácil de esa rutina era la que no quitaban, y así entraban en la farmacia con idea de cumplir el trámite. Pero aquella vez ocurrió algo extraño:




-Que no hay báscula, Juan.
-¿Cómo no va a haber? Llevamos toda la vida viniendo aquí y además es imposible que una farmacia, la que sea, no tenga báscula.
-Pues pasa a verlo.




Juan entró y observó con asombro que en efecto, la báscula había desaparecido de su ubicación.Volvió la vista por todo el establecimiento y tampoco fue capaz de verla.




-Pues no habrá forma de saber si llevamos bien esto. En todo caso, el último dato era que había bajado -dijo Fran.
-Sí, antes de irte a tomar cervezas tres días, de ponerte como un cerdo de embutidos casi una semana... Que no cuela, Fran
-Pero los datos son los que son.




En aquel momento el farmacéutico intervino en la disputa de ambos hermanos:




-Perdonen ¿buscan la báscula? Está detrás de estos paquetes.




El tendero apartó varias cajas de cartón que se habían amontonado alrededor de la ubicación habitual de la báscula y los llevó a sus estanterías correspondientes. El instrumento de pesaje estaba ahí. Fran la observó con desgana.




-Casi te sale bien. Venga, pasa a certificar lo evidente -dijo Juan.
-¿Me sale bien? Como si hubiera tenido algo que ver.
-Ya, ni con los atracones que te has dado esta semana tendrás culpa.
-Puees ríete, cabrón, pero tú también tendrás que pesarte. Sentenció Fran mientras metía la moneda en la ranura.





sábado, 21 de septiembre de 2019

La Torre de Suso.



-Pueshoynoponennadabuenoenlatele
sólounapelículadeésasqueconocéis
vosotrosynadiemásquese
llamaLaTorredeSusoyqueyo
desdeluegonopiensoverporqueyo
prefierovercosasmásdelagentenormal
quepelisrarasdeésas... -comenzó a decir Doña Marta Palacios.


Nuestro protagonista no se extrañó de aquella aseveración de la matriarca de los Gordal Palacios, pero la cortó de una forma que su progenitora no esperaba:


-Pues yo creo que a ti te gustaría, mamá. Es una epañola muy buena, y tiene gente buena en cartel, como Javier Cámara y Emilio Gutierrez Caba. 
-Enserihijopuessitúlodiceslaveré
peroporloqueponíaelperiódicode
quevadeunextoxicómanoque
vuelveasupuebloporquemuereun
amigoamínomeapetecenosécómotúpuedes
quererveresotúademásquesiempredices
quenotegustanlaspelículasdesufrirporsufrir...


Fran tuvo que coger aire y calmarse antes de explicarle a su progenitora que la película no era como ella la suponía. La Torre de Suso contaba la peripecia de un hombre que tras cometer todos los errores posibles, pelearse con su familia y engancharse a las drogas, había ido a rehacer su vida lo más lejos que pudo, a Argentina, alejándose del pequeño pueblo asturiano que lo vio nacer. Allí se enteraba de la muerte de uno de sus compañeros de la pandilla, que no había tenido tanta suerte como él y había sucumbido a las drogas. Entonces volvía para su entierro con la intención de regresar a su vida rehecha en dos días, pero al llegar se entera de la última voluntad de su amigo, construir una torre de madera en una colina, y se pone de acuerdo con sus antiguos compañeros de correrías para erigirla. A través de esta peripecia, los personajes encuentran esperanza para coger de nuevo las riendas de unas vidas que no se habían dirigido en la dirección deseada.


-Y tiene muchos momentos de comedia muy divertidos -dijo nuestro personaje.
-Buenopueslaveréperoahorasinomegustamevoyqueyonoqueríamehasconvencidotúyopensabaverotra
cosatengolibrosdelabibliotecaperoavercómoesestoquetúdicesquemegustaríacuandoyonoheoído
hablardeello...
-Pues ponte con ello.


Y para alegría de nuestro personaje, la matriarca de la familia lo pasó muy bien, y los personajes la cautivaron, además de momentos geniales, como la pelea que protagonizaban en un bar. Al final la cara de Doña Marta era de puro gozo:


-Ayhijopuessímehagustadoymiralapandaqueapareceenlapelículacadaunoconsusmovidasqueparece
queestántodoszumbadosperoluegoelsentidoquecogetodoestavezhasacertadoconlaspelículasqueme
dasaver...
-Es que yo cuando recomiendo una cosa lo hago con conocimiento, mamá -sentenció Fran.


Ficha de la película, aquí. 

Un tic molesto en una situación diaria.



Comprarse ropa era algo que nunca había sido del agrado de nuestro protagonista. Sin embargo, cuando no quedaba más remedio era mejor hacerlo rápido. Con esa idea iba en aquel momento nuestro personaje recién salido del metro subiendo en las escaleras mecánicas. Sentía un poco de agobio pensando en la secuencia de buscar ropa de su talla, probarse, quizás ajustar medidas... Algo que le hacía sudar sólo de pensarlo, hasta que aquella chica le sacó de sus pensamientos:

-¿Se puede pasar, por favor?


 Entonces nuestro protagonista cayó en que había vuelto a ceder a un tic muy característico suyo en las escaleras mecánicas: ponerse con los brazos abiertos y una mano en cada barandilla, cerrando el paso a quien subía más rápido. Se disculpó con ella y le permitió seguir su camino. Juan Gordal , en cambio le reprendió:

-Mira que hemos hablado veces de esto, Fran. A ver si lo dejas de una vez.
-Es que por agobiado que voy pensando en cosas que no me gustan, me sale lo peor de mí.
-Pues estate atento.

 Nuestro protagonista llegó a la tienda de confianza donde solía comprarse la ropa, y el consabido trajín le dejó cansado sin haber hecho nada, pero tenía lo que fue a buscar: dos camisetas y unos pantalones largos. Estaba contento y había alcanzado sus objetivos en poco tiempo. Ahora le quedaban dos horas para hacer lo que le gustase:

-Pues vamos a ver tebeos -dijo nuestro protagonista.
-Por supuesto, contaba con ello -dijo Juan.

 Y así iban ambos hermanos en la escalera mecánica de la Fnac pensando en las últimas novedades que conocía, nuevas ediciones de Bruguera, los Freak Brothers, algún tebeo que ya llevaba tiempo queriendo comprar como Alix, cuando un señor mal encarado le gritó con tono hosco:

-¿Me dejas pasar, por favor, que ocupas toda la escalera?

 Fran vio que había vuelto a caer en ese vicio suyo, y cerraba la subida a los que iban más rápido. Otra vez se disculpó, y dejó a ese hombre pasar por su izquierda:

-Vas atontolinado cerrando el camino, despierta un poquito -dijo el sujeto mientras se alejaba.
-Anda que va a llegar muy lejos usted así -le decía nuestro personaje

 Juan Gordal aparte le habló de ello una vez se quedaron solos:

-Muy maleducado, pero mira, Fran, esto es lo que pasa si no me haces caso cuando lo digo yo, que lo dicen así individuos como ese. Cuida ese defecto.
-Sí, supongo que tendré que pensar en ello, porque ahora no tenía ni la disculpa de que fuera a hacer algo que no me gustaba.

lunes, 16 de septiembre de 2019

Incendios y propaganda.


Aquel día, varios medios recogían un vídeo en el que un político representante de una opción poco recomendable aparecía pagando un fuego en un contenedor cercano a la sede de su partido, supuestamente provocado por grupos violentos contrarios a dicha formación. Aunque en realidad tampoco había ninguna prueba de ello, cundía entre la ciudadanía la sospecha de que todo era un acto de falsa bandera provocado por dicho partido para que aquel personaje luciera heroico y valeroso ante los medios. Juan y Fran hablaban de ello por la calle aquella tarde:




-La verdad que canta un poco que haya un incendio provocado y ninguna cámara capte el incidente, pero sí al tío ese con el extintor -decía Fran.
-Claro que es otra de las pirulas de esa gentuza, hombre. Si el individuo ese se paraba y hacía gestos como llamando al público.
-Y muchas veces se queman contenedores y papeleras. ¿Cuántas veces han venido cerca de casa a apagar fuegos en los contenedores de arriba?




Como queriendo intervenir en estas apreciaciones, de pronto un olor a goma quemada llegó a los dos hermanos. Al momento salió un tendero de uno de los establecimientos cercanos con un vaso grande de agua en la mano y lo volcó en una papelera, de la cuál salía el humo. Una señora que estaba de compras en aquella frutería les explicó:




-Pues estaba pesándome la fruta, y hemos visto el humo. La papelera se estaba quemando, pero este chico ha salido y lo ha apagado.
-Alguna colilla mal apagada, seguramente -sentenciaron los dos hermanos, mientras el dependiente volvía a su puesto.
-Pues ya ves, éste hombre, con muchas menos relevancia y pretensiones ha apagado una papelera, ha vuelto a su tienda, y nadie se va a enterar -dijo Juan.
-Es que no ha tenido la suerte de que estuvieran allí todos los medios, se conoce.
-De todas maneras, yo creo que lo normal en estos casos es lo que otras veces hemos hecho nosotros, llamar a los bomberos y que se ocupen ellos.
-Sí, aunque este chico ha pillado ese fuego cuando todavía era muy pequeño. Seguramente nosotros también hubiésemos hecho eso.
-Pero igual no está de más dar el parte a los municipales. Llámalos, anda.
-Por supuesto.



Dos ladrillos de terror seguidos.


-Hostia puta, mira que he visto mil veces este argumento en una peli, una de terror de un tío que trata de vengarse de los que han ultrajado y matado de forma brutal a su novia, pero creo que nunca la había visto con menos gracia y tan aburrida -dijo nuestro protagonista.
-La verdad es que tienes toda la razón. Un giro absurdo tras otro, armas que ni se sabe de donde salen, personajes que no vuelven a aparecer... Pero estaba en oferta y hacía buena noche.




En verano La Casa Encendida, el popular centro cultural de atocha, ofrecía unos ciclos de cine al aire libre donde se exhibían películas de todos los momentos que por una u otra razón habían dejado huella. Mandy debía haberla dejado por mala, porque de verdad que era difícil contar esa historia tan trillada, que todos hemos visto mil veces de manera que ni siquiera fuera trepidante o dinámica. Cada escena más aburrida que la anterior, sin verse nada bien, con situaciones que no iban una con otra...




-Pues encima el director era guionista -dijo Juan Gordal.
-Bueno, ya sabemos una peli para no volver a ver.


Los dos hermanos llegaron a casa y contaron su experiencia a Doña Marta Palacios. La matriarca de la familia escuchó atenta y luego les planteó un deseo personal:




-Ayhijospuesmeparecemuybienporqueesaspelículasrarasqueosvaisavernosécómopuedengustarosa
versiaprendéisencambiocuántohacequeyonovoyalcineconvosotrosbuscadunaparauqelaveamosqueyo
tengoganasdeverlaconvosotros...
-Pues yo había oído hablar de una de unos americanos que visitan a una secta sueca, Midsommar...-comenzó a decir Juan.
-Esa es también de terror. No sé si a mamá le gustará -intervino nuestro protagonista.
-Pueshijosamíelmiedonomeasustahombrequesoymayorcitaloquequieroesqueseaunapelículadelasque
siempresehanvistonounadeesasrarasqueosdaporveravosotrosquenosénidedóndelassacáisnadiemás
habladeellas...
-Bueno, ésta, Midsommar, ha tenido éxito de público y la crítica la pone bien -dijo Juan.




Era cierto. En los días siguientes Doña Marta encontró varias reseñas y críticas muy favorables a la película. Nuestro protagonista, por su parte, también había buscado. De modo que cuando el siguiente fin de semana se presentaron en el cine, tenían muchas expectativas. Pero tras dos horas y media, la opinión de nuestro protagonista era totalmente diferente:




-¿Y éste ladrillo insufrible sin nada que contar en dos horas y diez minutos del metraje  que dura es la que ponían tan bien?
-Hombre, Fran, yo es que creo que aquí el ambiente tiene que ser así... -dijo Juan.




Pero Doña Marta era aún más contundente que Fran. No se explicaba las críticas que había leído después de verla:

-Hijoslapróximavezlaescogeréyo
quenoséestaspelículasquiénos
lasenseñaesquenotienenipiesni
cabezanadiepuededefender
estotodoesabsurdoysufrientenoseentiendeporquélapantallasaleasínilas
cosasquepasan...
-Vosotros es que tenéis una concepción del cine antigua -intentó explicar Juan.
-A ver, Juan -terció nuestro protagonista-, diferente e innovadora era Pulp Fiction cuando salió. Esto no hay Cristo que lo trague, el comportamiento de los personajes no se entiende, los golpes de terror son absurdos...
-Joder, Fran, mamá es una señora de cierta edad, pero que tú salgas con esas...
-Mira, vamos a escoger nosotros la próxima vez, y creo que no escogeremos una de miedo. Porque menuda racha has cogido, hermano.





jueves, 5 de septiembre de 2019

Gente que sabe de cervezas.



-Bueno, esta tostada no está mal -dijo Juan Gordal-, pero luego me va a dar un pelotazo a la cabeza...
-Joder, pues no la pidas. Tenías un huevo más de cervezas para pedir.



Los dos hermanos habían salido a comprar comics aquella tarde, aunque no habían encontrado de su agrado. Acabando pronto la salida y con dinero en los bolsillos decidieron ir a aquella cervecería que había aparecido en su camino y probar cervezas de una enorme variedad que no conocían. Observaron, además, que varios clientes de aquel establecimiento exhibían, de forma pedante y afectada conocimientos sobre cervezas que en muchos casos no eran tales.



-Tampoco se van a morir por reconocer que no tienen ni puta idea -dijo nuestro protagonista-. Yo no la tengo y no me importa reconocerlo.
-Ya ves, un notas ahí intentando hablar de taninos y de rubias, y no sabe distinguir una sin de una Heineken.
-Carolina y Alvarito disfrutarían mucho aquí. Ellos sí que saben un poco de esto. No mucho, pero algo.
-Joder, Fran, te caes rendido ante cualquier gilipollez que te digan. Mira, lo que tienes que hacer es aprender tú si te interesa, que aquí vienen tontolos de todas parte y presumen.



Mientras su hermano decía esto, Fran quedó cautivado por las dos últimas personas que hubiera esperado encontrar ahí. Como queriendo confirmar las palabras de Juan, dos jóvenes musulmanas veladas entraron ahí.


-Pues tienes razón, viene de todas partes.
-No me digas que esas saben de cervezas más que nosotros.



Los dos hermanos no eran los únicos que habían reparado en ellas, las miradas de casi todo el local se dirigieron a aquellas chicas. Y ambos hermanos observaron que les servían una botella verde semejante a la Heineken.



-Pues no saben tanto si aquí piden eso -dijo Juan
-Menos aún, es un Sprite, no una Heineken.
-Bueno, daño no han hecho a nadie.
-No, y allá ellas y sus costumbres.



Trucha dulce.


-YcómonostraeesoCarolina
aquiénseleocurreun
dulcedetruchaycómo
esperaquenoslo
comamosqué
maníatenéisvosotrosconlas
cosasrarasylobienque
estánlatruchaylosnicanores
porseparadoytenéis
quemezclarlo
todobuenolohatraídoconilusión... -comenzó a decir Doña Marta Palacios observando el extraño dulce que había traído Carolina Gordal de sus vacaciones.
-Tengo que reconocer que a mí también me sorprende, mamá -respondió nuestro protagonista-. Pero dice Carolina que está bueno, y habrá al menos que probarlo.



Y es que lo han leído bien, eran unos nicanores, clásico dulce de hojaldre de varias localidades, pero rellenos con truchas y sus huevas. Aunque casi no se notaban en el conjunto, por lo visto era una idea que había tenido un pastelero de una de las villas por donde Carolina había pasado para dar salida a las truchas que pescaba con verdadera pasión. Desde luego, externamente en nada se distinguían esos dulces de otros similares.



-Mirad bién hasta cuándo pueden consumirse -dijo Juan Gordal.
-Tranquilo, pone que es apto todo este mes. Tomaremos unos pocos de postre.
-Y nosotros primero, que mamá seguramente montará un pollo de los que monta cuando algo tiene el más mínimo sabor.
-Nohijosnoesporsaboresqueamímegustanlascosascomosiempresehantomadoyestoquecogéisvosotros
esfortísimoysiempremedejaaturdidanoséquiénosmandaprobarnadadefueraconloricasqueestánlas
cosasquesehancomidosiempre...
-Ahí, lo tienes, Juan.



Durante toda la comida, Doña Marta Palacios estuvo perorando sobre el horror de probar aquel ducle y lo buenos que según ella estaban los huevos fritos con arroz que tenían aquella noche. Juan y Fran Gordal le recordaban que nadie la obligaría a tomarlos si no quería, hasta que llegó el postre. Juan fue el primero en probarlo:



-¡Joder con las excentricidades de Cárol! ¿A quién se le ha ocurrido esta mierda? -dijo Juan tras un mordisco a uno de aquellos hojaldres.
-No empiezas, Juan -dijo nuestro protagonista probando el suyo. Era un sabor difícil de describir, sabía a nicanor, pero dejando un regusto como de pescado ahumado. En efecto Fran tampoco le cogió el gusto-. Esto está malísimo. Yo no quiero más.
-Puesponedemeunpocoamíquemevaisadejarsinnadaencimaquemelohatraídolaniñacontodasuilusión
yyonovoyacatarloesunatonteríayoquieromipartequehastaparaestotenéisqueedarmedeladosino
estuvieraatentaasaberdóndememandábais -dijo Doña Marta para sorpresa de los hermanos.
-Pero mamá, si has estado toda la comida diciendo...
-Buenounacosaesquenomegustequetraigaiscosasrarasperoaversinisiquieramevaisadejarporbardeeso
queyotambiénsoydelafamiliaytengoderechoquesiempremedejáisdeladoyaestábienniparalosdulcesa
lospostrescontáisconmigo...
-Vale, tranquila. Venga , coge uno.



Los dos hermanos observaron a la matriarca de los Gordal palacios morder el hojaldre con dificultades, para decirles a continuación:



-Tenéisrazónestoestámalísimoperoaquiénseleocurretomarestobuenolediremosalaniñaqueestabamuy
buenoaunqueestonohayquienlocomaperonoselovamosadecirsilohatraídocontodasuilusiónencimahay
queponerbuenacara...
-No mamá -respondieron casi al unísonoambos hermanos.
-Si le decimos que está bueno lo tarerá cada vez que se vaya por los pueblos -dijo nuestro protagonista.
-Veisyonocuentoyaestáisdejándomedeladocadavezquehabloescomohacerloconlaparedpuesaúnnome
hemuertoyaselodiréyocuandohableconellaospeseonoylevamosadecirquenoshagustadoquelaniñatiene
ilusiónylohahechoconganas...
-Joder, ha sido todo un acierto el dulce -dijo Juan.
-Sí, lo hemos disfrutado.