viernes, 27 de septiembre de 2019

Y apareció la báscula.


-Pues toca pesarse otra vez -dijo nuestro protagonista-. Aunque la verdad no tengo ganas, me da que esta semana no he hecho bien el régimen.
-Pasa y no te lamentes -le respondió Juan-. Si quieres disfrutar al pesarte tendrás que hacer sacrificios.




Ambos hermanos llevaban varias semanas en un extraño estado en que eran conscientes de que tenían que volver a retomar su dieta y el ejercicio, pero como de costumbre desde hacía demasiado tiempo, por unas cosas y por otras no acababan de hacer las cosas como era debido. En esos casos ir a pesarse resultaba un trámite molesto que probablemente preludiaría un disgusto. Pero como el pesaje semanal era la parte más fácil de esa rutina era la que no quitaban, y así entraban en la farmacia con idea de cumplir el trámite. Pero aquella vez ocurrió algo extraño:




-Que no hay báscula, Juan.
-¿Cómo no va a haber? Llevamos toda la vida viniendo aquí y además es imposible que una farmacia, la que sea, no tenga báscula.
-Pues pasa a verlo.




Juan entró y observó con asombro que en efecto, la báscula había desaparecido de su ubicación.Volvió la vista por todo el establecimiento y tampoco fue capaz de verla.




-Pues no habrá forma de saber si llevamos bien esto. En todo caso, el último dato era que había bajado -dijo Fran.
-Sí, antes de irte a tomar cervezas tres días, de ponerte como un cerdo de embutidos casi una semana... Que no cuela, Fran
-Pero los datos son los que son.




En aquel momento el farmacéutico intervino en la disputa de ambos hermanos:




-Perdonen ¿buscan la báscula? Está detrás de estos paquetes.




El tendero apartó varias cajas de cartón que se habían amontonado alrededor de la ubicación habitual de la báscula y los llevó a sus estanterías correspondientes. El instrumento de pesaje estaba ahí. Fran la observó con desgana.




-Casi te sale bien. Venga, pasa a certificar lo evidente -dijo Juan.
-¿Me sale bien? Como si hubiera tenido algo que ver.
-Ya, ni con los atracones que te has dado esta semana tendrás culpa.
-Puees ríete, cabrón, pero tú también tendrás que pesarte. Sentenció Fran mientras metía la moneda en la ranura.





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