-Sí, así salimos,
respiramos aire puro y no gastamos
Los dos hermanos habían
cambiado el itinerario que venía siendo habitual desde que Diez se
había hecho mayor y le habían ayudado a llegar al gran parque
madrileño. Uno y otro tenían ejemplares cogidos de la biblioteca
que debían terminar y devolver.
-Pues ya sabes, quien a
buen árbol se arrima... -dijo Fran.
-¿Seguro que quieres
sentarte ahí? -preguntó su hermano.
-Hombre, ni que esto
fuese la selva. Aquí no hay fieras y se ve alrededor...
-Como quieras -dijo Juan
y finalmente se sentó bajo el frondoso roble del que le hablaba su
hermano.
Fran se concentró en su
lectura, pero Juan estaba visiblemente inquieto
-¿Que te pasa?
-Joder, que me pica un
huevo la espalda. ¿Tú no notas nada? Será el árbol...
-Es un roble, no es
molesto ni urticante que yo sepa -dijo Fran y volvió a su libro
Pero Juan no lograba
quedarse quieto.
-Oye ¿qwé tengo en la
espalda? Échame un ojo.
Y entonces Fran se
sorprendió completamente: una hilera de hormigas subía y bajaba por
ella. Después ambos hermanos vieron que el árbol estaba sobre un
hormiguero desde el cuál los insectos subía por su tronco hasta la
copa.
-¡Me cago en la leche,
vaya árbol has ido a escoger! Encima de la puta marabunta
-Esas hormigas no las
hay aquí, estas no se te van a comer vivo, sacúdete.
-Pues no se me comerán,
pero no gracias a ti, cabrón. Tanto decir que no había fieras, y
había lo peor de la selva, la marabunta.
-Que no, que estas
hormigas no son esas, e incluso esas no se comen animales grandes.
Los m´s grandes cangrejos..
-Pes no se me comerán,
pero media hora de espalda escocida por tu estupidez. Ya ves, incluso
en el Retiro hay que tener cuidado.
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