viernes, 11 de septiembre de 2020

Higiene posible o imposible.

 


De pronto Fran se sorprendió en las escaleras mecánicas de aquellos almacenes sólo dos escalones por detrás de las personas que iban delante. Las instrucciones eran muy claras, había que dejar cuatro peldaños libres entre los usuarios para combatir la pandemia que seguía marcando el día a día del mundo donde vivía nuestro protagonista. Intentó subirse dos pasos más arriba, pero entonces rompería la distancia con los que iban detrás de él, que sí habían tenido cuidado de respetar aquella norma. Por suerte no le dio tiempo a dudar mucho, pues la escalera llegó al término de su recorrido. Esta era otra de esas normas pandémicas que a uno le costaba mantener. Porque si la mascarilla sólo exigía acordarse de ponérsela al salir de casa y no quitársela al entrar en establecimientos lo cuál iba en contra del reflejo natural de nuestro protagonista⸺, o lavarse las manos era algo que ya se hacía normalmente, esto exigía vigilancia continua. En la calle observó a un curioso saltimbanqui que atraía la atención de mucha gente que se agolpaba a su alrededor. Pensó una vez más en lo difícil que era recordar las normas de prevención si no te las recordaban y/o imponían continuamente. Siempre en aquellos casos aparecía algún desocupado con ganas de mandar, en aquel reducto en concreto, un enano con entradas que decía:


Bueno, ¿esto que és? ¿No hay espacio por la calle? Todos cociéndose aquí en caldo de cultivo de virus.



Fran lo observó indeciso entre si pensar que era muy triste que la autoestima de aquel hombrecillo dependiera de cosas asi, o si en efecto había que reprochar a la gente que no guardara el espacio. Dicho esto entró, dada la hora que era en el metro de su ciudad. Observó los tiempos de espera.y la gente que se acumulaba en el andén. Aquí sí que no era posible guardar distancia alguna. Dentro del vagón de tren que lo llevó a casa pasó verdadero miedo, y eso que había espacio, teniendo en cuenta lo que era habitual en el metro de su ciudad. Al llegar a casa solo pensaba en frotarse, darse el hidrogel, pasarse la cara con colonia, se ducharía si ducharse cuatro veces al cabo del día no supusiera mayor gasto de agua... Se dio cuenta de que llevaba todo el día vigilando estas pautas, y aún más cuando Doña Marta Palacios le quiso abrazar:


Ayholhijoquellevocasitodoeldíasinvertedéjamequetedeunabrazolamascarillametienefritaaversise

pasayaestaépocaquenomeacostumbromiraqueahoradicenquelasprimerasvacunastodavíanosehan

probadoestoydeseandoestarcontuhermanoycontigo...

Por favor, mamá, déjame que me desinfecte.

Hijoquellevotodoeldíaconesastonteríasaversiaquíencasatampocovoyapoderolvidarmedelbichoese

parecementiracómonosestáafectandounacosaquenivemosquenienlapropiacasadeunoseestábienera

casimejorelconfinamientoquefuerahayqueestartodoelratopendienteyavecesnosepuede...

Precisamente, si fuera cuesta guardar las medidas hagámoslo donde se puede.

No hay comentarios:

Publicar un comentario