―Pero tía, ¿cómo voy
a entrar yo allí? ¿Tú
has visto el tamaño
de esta bici? ―decía
aquella chica al
pasar nuestro protagonista
por su lado. ―¿Y qué vas a hacer? ¿Ir a casa andando?No sabía nuestro protagonista la distancia que separaba a la amiga de la dueña de la bici
de su hogar, pero desde luego aquella bicicleta plegable no ofrecía sitio para dos personas
ni que estuvieran desnutridas y pesaran 30 kilos cada una. Nuestro protagonista pensaba si
en la bicicleta que él tenía en su casa hubiera podido meter a una de ellas. Obviamente no
como no fuera sentada en la barra. La tendencia urbana a nuevos medios de transporte más
pequeños y menos contaminantes estaba produciendo un auge de bicicletas, monopatines
y otros artilugios donde difícilmente podría entrar más de una persona. Nuestro protagonista
miró a sus pies pensando que ese seguía siendo su medio favorito. Con la bicicleta no se atrevía
a ir por la calzada, y aún no había suficientes carriles bici en su ciudad. Mientras veía esto,
observaba a una pareja n una mosto Scooter, una imagen más clásica, y pensaba que seguía
siendo difícil entra en ese espacio. Al llegar a casa lo comentó.
―Ayhijopuesesohapasadotodalavidatendríasquehabervistolasmotosconsidecarquecuandoyoera pequeñaibanfamiliasenterasconellaatrayectosenormesyporcarreterasinimportarlesnadanosécómo cabían... ―Yo he llegado a ver algún 600 cargado hasta los topes, pero estas dos chicas me han
recordado a esos payasos que hacen el número de humor de salir a lo mejor 25 de uno de estos
coches. ―Pues yo me acuerdo en otros tiempos que venían a mis clases de la universidad en
ciclomotores ―comentó Carolina. ―Será que aquellos payasos tenían base real. Igual no era un número ―sentenció nuestro
protagonista.
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