—¡Venga, vamos!
Tenemos que
sacarlo cuanto
antes —dijo
Juan Gordal
empujando
aquel viejo
armario que
los hermanos
querían dejar en la calle tras las últimas obras y limpiezas que habían hecho en la casa.
—Hago lo que puedo, pero no es fácil sacar este armatoste por la puerta.
Los dos hermanos se preguntaban cómo había podido entrar aquel mueble en la casa en otro
tiempo cuando claramente no pasaba ese trozo del pasillo.
—Está claro, Juan: lo montaron en tu cuarto —comentó Fran Gordal mientras lo empujaba y forcejeaba. —Pues ahora que lo dices debió ser así. Corre, trae el destornillador y vamos a desmontarlo.Nuestro protagonista obedeció de mala gana, sobre todo pensando en la hora que ya era para
ponerse a hacer un trabajo como aquel. Pero con el destornillador y un serrucho lograron
desmontarlo tras un buen rato de trabajar, girar, aserrar... Al final el armario quedó reducido
a un montón de tablones que cabrían por la puerta. Pero justo entonces llegó de la calle el sonido
del camión de recogida de muebles viejos, que se llevaba lo que había en la acera. Los dos
hermanos no pudieron pillarlo.
—Pues la próxima recogida es en dos semanas. Nos va a quedar un montón de maderas al
retortero—sentenció Fran. —Bueno, pero dentro de dos semanas ya estará todo hecho. Venga, vamos a ver cómo podemos
guardar estas piezas —dijo Juan.
—¡Venga, vamos! Tenemos que sacarlo cuanto antes —dijo Juan Gordal empujando aquel viejo
armario que los hermanos querían dejar en la calle tras las últimas obras y limpiezas que habían
hecho en la casa. —Hago lo que puedo, pero no es fácil sacar este armatoste por la puerta.Los dos hermanos se preguntaban cómo había podido entrar aquel mueble en la casa en otro
tiempo cuando claramente no pasaba ese trozo del pasillo.—Está claro, Juan: lo montaron en tu cuarto —comentó Fran Gordal mientras lo empujaba y
forcejeaba. —Pues ahora que lo dices debió ser así. Corre, trae el destornillador y vamos a desmontarlo.Nuestro protagonista obedeció de mala gana, sobre todo pensando en la hora que ya era para
ponerse a hacer un trabajo como aquel. Pero con el destornillador y un serrucho lograron
desmontarlo tras un buen rato de trabajar, girar, aserrar... Al final el armario quedó reducido
a un montón de tablones que cabrían por la puerta. Pero justo entonces llegó de la calle el sonido
del camión de recogida de muebles viejos, que se llevaba lo que había en la acera. Los dos
hermanos no pudieron pillarlo.—Pues la próxima recogida es en dos semanas. Nos va a quedar un montón de maderas al
retortero—sentenció Fran. —Bueno, pero dentro de dos semanas ya estará todo hecho. Venga, vamos a ver cómo podemosguardar estas piezas —dijo Juan.
—Vamos a dormir de puta madre durante dos semanas.
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