miércoles, 4 de septiembre de 2024

Supervivientes del Manzanares

 


Nuestro protagonista disfrutaba de aquel paseo como pocas cosas en su ciudad. El río
Manzanares, antaño una especie de cloaca, había sido, hacía varios años ya,
renaturalizado y ahora ofrecía un trozo de verdadera naturaleza en plena ciudad. La
fauna del río natural había vuelto y ahora era posible ver en pleno casco urbano peces,
galápagos, aves de todo tipo desde los patos más comunes hasta garzas reales—, y se
intuían, aunque Fran aún no las había visto en aquel emplazamiento, batracios. Pero también
de vez en cuando aparecía un animal menos agradable: en efecto, lo que nuestro protagonista
vio en aquella isla en medio de la corriente era una rata. Lo cierto es que si esos roedores
proliferaban en cualquier lugar no había razón para que no lo hicieran en un río que, por otra
parte, tampoco pillaba demasiado lejos de su habitual despensa humana de la ciudad. Bueno,
pensaba nuestro protagonista. Mejor ratas de río que de alcantarilla. Pero entonces vio a sus
pies un hueco que conectaba la valla de la calle donde él se situaba con el talud del río. Es
decir, sin duda aquellos roedores podían pasar de la acera al río sin ninguna posibilidad.
Nuestro protagonista se estremeció pensando en encontrarse alguno de aquellos animales
correteando por sus pies, y más aún cuando vio en una de las islas de tierra y vegetación que
se habían formado en el río a una de aquellas criatura rodeada de cinco urracas en un extraño
proceder: las urracas la rodeaban, parecía que con intención de acorralarla, pero sin ir
decididamente a por ella. La rata acometía de vez en cuando a alguna de aquellas aves, que
esquivaba el ataque para volver a ocupar su sitio. Fran se preguntó si alguna de aquellas
criaturas quería cazar a la otra o competían por algún alimento, hasta que la rata se echó al
agua del río. Fran sintió una enorme angustia viéndola patalear y arrastrada por la corriente, pero
pareció muy pronto que la rata sabía lo que quería: en seguida alcanzó otra isla llena de juncos
y sin urracas y nuestro protagonista la vio adentrarse en la vegetación y perderse definitivamente
de su vista.

En efecto —pensó nuestro protagonista—, sobreviven a lo que sea. Ha corrido por agua,
tierra, ha sido perseguida por pájaros y ha llegado a un lugar mejor. No quiero ni pensar en
encontrarlas a mis pies.



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