Nuestro hombre observaba aquella foto con curiosidad. Fernando Alonso, el primer
piloto de su país que había ganado un título de Fórmula 1 posaba con la diseñadora
del casco que iba a usar en el gran premio de Arabia Saudita. La foto había
levantado polémica porque la diseñadora en cuestión aparecía totalmente cubierta
salvo una leve franja en torno a sus ojos por un niqab. Lógicamente no se vio con
buenos ojos que se blanqueara la sumisión de la mujer en esos países.
—No me importa mucho, yo nunca he sido fan de la Fórmula 1.
Pero últimamente cuando uno ve cualquier cosa relacionada con el deporte aparece Arabia Saudí en
el panorama—dijo nuestro protagonista. —Les interesa mostrar otra cara al mundo y tienen mucha pasta. Yo nunca creí que ese país se pudiera
convertir en un centro importante del boxeo—comentó Juan Gordal, —Pues poca cara van a mostrar así.Fran hacía cuentas en su cabeza de los eventos que se habñian quedado en el país arábigo: la
supercopa de fútbol de varios países europeos, entre ellos el de nuestro protagonista, un
próximo mundial de fútbol, la fórmula 1, el Rally Dakar, grandes campeonatos de boxeo...
A ello había que sumar la intención expresada por los jeques de convertir también el país en
un centro de la industria de los videojuegos, de festivales de cine y de entretenimiento en general.
—Dicen que es que como se acaba el petróleo, quieren diversificar su economía y promocionan
el turismo, el entretenimiento... Ahora, también se ve mucho por donde invierten que a través
de lo que nos gusta en occidente quieren blanquear su régimen integrista y sus abusos —dijo
nuestro protagonista. —Bueno—dijo Juan—, también durante mucho tiempo el espectáculo era cosa de los yanquis y
también nos ha hecho ver el país como muy guay cuando hay desigualdad, abusos capitalistas
a punta de pala, racismo...Esta respuesta sorprendió a nuestro protagonista, pero debía admitir que su hermano tenía
razón. La táctica de blanqueamiento del país asiático no difería mucho de las de otros que eran
mejor considerados en el panorama occide
—Bueno, puede que tengas razón. Pero me repatea. —Pues ya sabes, deja de seguir todo el deporte que ves—le dijo Juan. —¡Ni de coña!—respondió nuestro protagonista—. Además prefiero a los saudíes, que al
menos tienen unos principios y una cultura, aunque no nos guste, antes que los yanquis. —Bueno, eso habrá que verlo. Pero de momento yo sólo digo que el hecho de que ellos se
metan en este mundillo tampoco cambia tanto las cosas. Ahora la meca, nunca mejor dicho,
del deporte, está en Arabia Saudí.
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