Nuestro protagonista caminaba junto a Carolina Gordal por la ciudad cuando se
encontraron un ensayo de unos costaleros sacando a hombros un paso de semana
santa. Dentro de pocos días comenzaría esta etapa tan característica del año,
con todo el mundo planeando diversas formas de pasarla.
—Se hará raro vivirla sin mamá, que tanta energía cogía estos días para todo el año —dijo Carolina. —Pero seguro que querrá en el cielo o donde esté que lo pasemos bien —respondió nuestro
protagonista —Yo tengo que trabajar esos días. La verdad es que a mí me toca la semana más chunga. —Bueno, yo ya tengo un programa pensado. —Si tampoco puedes irte. Tú en casa comiendo torrijas, eso sí. —Que no falten pero tengo apuntadas actividades para todos los días. —¡No me digas que ahora vas a ir tú a las procesiones y oficios! —En absoluto, si tú me conoces. ¿Cómo iba yo a hacer eso? —¿Entonces qué tienes pensado? —Si lo has visto todos los años, Cárol. Ahora empieza la temporada en que las cadenas de
televisión ponen todos los Peplum clásicos, todas esas películas con Charlton Heston, Victor
Mature, Jean Simmons... Y no olvidemos a los secundarios como ese que salía con barbas
blancas en todas esas películas. —Te las sabes de memoria, no entiendo que te las tragues otra vez. —Vamos, Cárol, si tú acabas viéndolas conmigo. Cuando todos dan la cara por Espartaco siempre
te emocionas. Y con la carrera de cuádrigas te pones en pie. —En eso tienes razón, pero no me siento tres horas a verlas. —Además siempre queda alguna por ver. Para mí eso es una gozada. —Espero que lo disfrutes. —Esos son mis pasos y mis santos. Y que nunca dejen de ponerlas. —Otros llevan a hombros sus santos. —Para mí esas estrellas no son santos, son dioses, ¡Viva la semana santa!
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