—Fran, despierta —dijo
Juan Gordal a nuestro
protagonista.Nuestro héroe abriólos ojos y vio que eraaún muy de noche.Lo primero quesintió fue una
enorme rabia y
fastidio, pero en seguida comprendió que su hermano debía tener motivos importantes para
despertarlo.
—¿Qué pasa, Juan? ¿Se quema la casa o algo? —Es que se oye a un perro ladrando por el patio y nadie hace nada. Y no puedo dormir. —¡Joder! ¿Y qué coño quieres que yo le haga? Díselo a su amo. —Es que pasa una cosa muy rara. Acércate.Fran se acercó y en efecto oía a aquel animal por toda la caja de resonancia que formaba el patio
a todo volumen. Pero todas las ventanas estaban sin luz y en silencio. Al parecer sólo Juan y Fran
oían eso.
—¿Y qué se hace en este caso? Hemos tenido perros. Conocemos su tono. Ladra como cuando
se han quedado encerrados y quieren que les abran —observó nuestro protagonista. —Pero nadie le oye ni mueve un dedo. No sé si llamar a la policía o hacer qué. —Si acaso a los municipales. —Yo estoy por hacerlo porque lleva así un buen rato, no menos de media hora. —Pues venga. Fran telefoneó y explicó la situación. La calle donde ocurría, la aparente falta de reacción de todo
el mundo, su localización... Pero no logró que los municipales tomaran cartas en el asunto. —Dicen que sin un motivo plausible no pueden abrir una puerta ni venir por eso. —Joder, pues no sé qué decirte. No sé si bajar más.
En esto Carolina, que dormía al lado del patio también se despertó y preguntó que por qué
sus dos hermanos estaban armando esa escandalera.
—¿Nosotros? Tu cama también daba al patio. ¿No oyes al perro? —preguntó Juan. —¿Qué perro? Solo os he oído a vosotros hablando y montando ruido. —¡Coño, escúchalo! —dijo Fran.Sólo entonces Fran se dio cuenta de que el can había dejado de ladrar. Se preguntó qué había
podido pasar.
—No me lo puedo creer. Si hasta ahora mismo... —Bueno, dejaos de gilipolleces y perros fantasmales y mañana os echaré la bronca, que me
habéis despertado. No sé si voy a poder dormirme en lo que queda de noche antes de trabajar
—les recriminó Carolina. —¡Pero no estaba alucinando, Fran! Tú lo has oído —inquirió Juan. —No sé, solo sé que se ha arreglado. —Oyeaversibajáislavozqueesmuytardeynohaymaneradedormirparecementiraqueospongáisasíaestas horascontodoloquehayquehacermañanaesparadarosunabofetadaycuandoyahabéisdespertadoavuestra hermanaytodo... —empezó a perorar Doña Marta Palacios. —Bueno —concluyó nuestro protagonista— , pues ya estamos todos y al parecer sólo lo
oíamos nosotros, Juan. Sería como dice Cárol un perro fantasma. —Pues a ver ahora cómo vuelvo a dormir en mi cuarto. Voy a estar acojonado. —Jodeeeeeeeeeer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario