Nuestro protagonista se disponía a aderezar aquel perrito caliente con Ketchup y
Mostaza.. Cuando tomó en su mano el bote de tomate, Juan Gordal le inquirió:
—No sería ese el bote que estaba fuera de
la nevera, ¿verdad? —Pues no lo sé, yo me lo voy a poner. —Fran te he dicho miles de veces que las
salsas se guardan en la nevera —intervino
Carolina. —Ayhijopuesquécosastenéisyomehepuestolamostaaymeibademaravillaqueaderezalassalchichas muybienybienbuenoqueestáelperritoperoahoranoledejáisavuestrohermanoymiraqueyoelketchupno lotocoasívabien...—comentó Doña Mata Palacios. Cuando toda su familia hubo hablado Fran había terminado de prepararse su bocado. Entonces
de nuevo Juan intervino: —Yo hace muy poco me he pasado unos días con la tripa mal y ha sido por vuestro hábitos
alimentarios. Yo eso no me lo pongo y voy a ver lo que hay en la nevera. —Tampoco exageres. Pero te tengo dicho, Fran, que una vez abierta no puedes dejar una salsa en
cualquier lugar —comentó Carolina. —¿Y entonces qué? ¿Tiro el perrito que ya me he preparado? Pues no me da la gana —repuso Fran. —Yonoséporquéostenéisqueecharesosiconmostazasóloestánmuybuenosyohecenadodemaravilla mientrasvosotrosarmabaisestejaleoyahoramevoyatomarunheladoquenoselovaasaltarelperrodeun gitanoporquemeapetece...—peroraba Dola Marta. —La mostaza también la tiraría. Yo me voy a poner esta salsa barbacoa que he encontrado en la
nevera y punto —dijo Juan—, y tú deberías hacer lo mismo, Fran.Fran observó el perrito de Juan y no tenía mala pinta, pero lo comparó con el suyo, que además
había invertido un rato en preparar y se reafirmó en sus ideas:
—No, yo me tomo lo mío. —Pues como te siente mal de la tripa te vas a acordar —dijo Juan. —Vale, entonces diré estaba equivocado, Juan, qué razón tenías.
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