—¿Pero cómo va a
haberse pillado el
Gabi un catarro
ahora? ¡Si estamos
en récord histórico
de temperatura
para este mes!
—exclamó nuestro protagonista. —Pues está con fiebre y sudoroso en casa y mira qué cara tiene—dijo Carolina enseñándole
a Fran una foto de su cuñado donde aparecía con aspecto febril—. Y tosiendo y estornudando. —Joder, pues como encima tenga que abrigarse ahora...Mientras los medios informativos no dejaban de hablar de que aquel año el calor del
verano había sido madrugador y ya golpeaba de lleno el país de nuestro protagonista,
Carolina se desvivía yendo de casa de los Gordal Palacios a la de Gabriel llevando
medicinas, leche, miel y otros enseres.
—¿No será más bien alergia lo que tiene el mastuerzo ese?—preguntó nuestro protagonista
extrañado. —No, si se le ve con los síntomas del catarro y no para de toser.Fran observaba el armario donde había guardado su ropa de invierno en los últimos días y
las mantas de su cama porque realmente no soportaba ya dormir con todo aquello sobre
su cuerpo. Pensaba si a su cuñado podría haberle afectado alguna corriente de aire propia
del cambio de estación, pero en aquel momento una brisa que entraba por la ventana le
demostraba que el viento que llegaba aquellos días parecía el que salía del metro. Aún
seguía nuestro protagonista dando vueltas al misterio de la salud de su cuñado cuando
Juan Gordal entró por la puerta.
—Buenas tardes, Juan. ¿Te puedes creer...? —comenzó a decir nuestro protagonista antes de
que un estornudo de su hermano le cortara. —Hola, Fran. No sé cómo es posible pero creo que estoy actarrado. ¿Están ahí las aspirinas y
el respir? —¡Joder, parece que esto se contagia!—gritó Fran. —¿Cómo dices? —preguntó Juan. —Que no te me acerques, digo.
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